Es famoso que Euler (1707 -1783) gozaba
de una memoria prodigiosa (se cuenta que era capaz de recitar todos
los libros de la Eneida de Virgilio en latín). De una asombrosa
capacidad de concentración (sus contemporáneos decían
que era capaz de escribir con un niño en sus rodillas y un gato
en su espalda). De una increíble capacidad de cálculo
mental (podía enumerar sin lápiz ni papel los cien primeros
números primos con sus cuadrados, cubos e incluso sus sextas
potencias). Y de una portentosa inteligencia para las matemáticas.
Pero Euler fue, sobre todo, un trabajador incansable capaz de superar
con coraje todas las dificultades y limitaciones físicas.
Escribió más de ochocientos libros y trabajos sobre todas
las ramas de las matemáticas puras y aplicadas, algunos de ellos
cuando ya, de avanza edad, se había quedado completamente ciego.
Por la cantidad y calidad de estos descubrimientos se considera que
"todos los matemáticos son sus discípulos" (Condorcet) .
Entre sus aportaciones a la geometría se encuentra este bello
resultado publicado en 1767:
"El baricentro de un triángulo está alineado (recta
de Euler) con el ortocentro y el circuncentro, y a doble distancia del
primero que del segundo".
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