60. (Mayo 2012) Rosencrantz y Guildenstern han muerto, de Tom Stoppard
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco)   
Jueves 31 de Mayo de 2012

The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, es una tragedia escrita por William Shakespeare. La obra relata como el príncipe Hamlet lleva a cabo su venganza sobre su tío Claudio: éste ha asesinado al padre de Hamlet –el rey– y luce la corona arrebatada y el matrimonio con Gertrudis, madre del príncipe. La pieza gira alrededor de la locura –real o fingida– el dolor y la ira, y además reflexiona sobre la traición, la venganza, el incesto y la corrupción moral.

En The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, Rosencrantz y Guildenstern son dos cortesanos daneses que tratan de ganarse la confianza de Hamlet por orden del Claudio. Aunque Hamlet no llega a confiar en ellos del todo, mantiene su compañía para averiguar más sobre las intenciones de su tío. Claudio hace que estos dos personajes custodien a Hamlet hasta Inglaterra, con una carta secreta en la que pide al Rey de Inglaterra que mate al príncipe danés. Hamlet descubre la conspiración y cambia el contenido de la carta para que sean Rosencrantz y Guildenstern los ejecutados.

“Rosencrantz y Guildenstern han muerto” es una frase textual de la obra de Shakespeare al final de la misma puesta en boca del Embajador Primero.

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

Rosencrantz y Guildenstern han muerto de Tom Stoppard es una comedia –no ya una tragedia– cuyos protagonistas son los dos personajes secundarios de Hamlet, atrapados en un mundo que no comprenden. En esta obra, todo se encuentra invertido: el papel de Hamlet en el tiempo y el tono de la obra –los personajes pasan el tiempo haciendo juegos de palabras, cavilando sobre su situación, debatiendo sobre la esencia del ser, sin objetivos–.

La obra contiene una magnífica discusión de probabilidad que gira alrededor de un juego de cara o cruz; así comienza1:

Dos isabelinos pasan el rato en un lugar indeterminado.

Están impecablemente vestidos; no les falta un detalle: sombrero, capa, bastón.

Cada uno lleva en la mano un voluminoso monedero.

El monedero de GUILDENSTERN está casi vacío.

El monedero de ROSENCRANTZ está casi lleno.

Razón: apuestan lanzando las monedas de la siguiente manera: GUILDENSTERN (cuya abreviatura será GUIL) saca una moneda de la bolsa, la lanza al aire y la deja caer. ROSENCRANTZ (cuya abreviatura será ROS) la observa atentamente, y dice “cara” (lo que es verdad) y la mete en su monedero. Repiten la misma operación  que llevan realizando, por lo que parece desde hace un buen rato.

La continua serie de “caras” es imposible, y, sin embargo, ROS no muestra la menor sorpresa. Pero es lo bastante educado como para sentirse molesto por ganar tanto dinero a su amigo. Este será el rasgo dominante de su actitud.

GUIL se da perfecta cuenta de lo extraño del hecho. No le preocupa tanto el dinero como las implicaciones que el hecho comporta; está inquieto, aunque no experimenta el menor descontrol. Este será el rasgo dominante de de su actitud.

GUIL está sentado; ROS de pie (cambia continuamente de sitio para recoger las monedas).

GUIL lanza una moneda, ROS la mira con atención.

ROS: Cara.

(Coge la moneda y la mete en su bolsa; la operación se repite).

Cara.

(Otra vez).

ROS: Cara.

(Otra vez).

Cara.

(Otra vez).

Cara.

GUIL (lanzando una moneda): El despertar el interés es todo un arte.

ROS: Cara.

GUIL (lanzando otra moneda): Aunque todo ocurra por azar.

ROS: Cara.

GUIL: Si esa fuera la palabra que busco...

ROS (levanta la cabeza a GUIL): Setenta y seis-cero.

(GUIL se levanta, pero no sabe adónde ir. Lanza otra moneda por encima del hombro sin mirarla; su atención se centra en lo que le rodea o, más bien, en el hecho de que nada le rodea).

Cara.

GUIL: Un hombre más débil acabaría por poner en duda su confianza, aunque sólo fuera su confianza en algo tan nimio como el cálculo de probabilidades.

(Deja caer una moneda por encima del hombro y se dirige al fondo del escenario).

ROS: Cara.

(GUIL, examinando las dimensiones de la escena lanza otras dos monedas por encima del hombro; una a una, claro está. ROS anuncia cada una como “cara”).

GUIL (abstraído). Hemos comprobado con estupor que el cálculo de probabilidades tiene algo que ver con la afirmación de que si seis monos... (Se extraña de su propia divagación). Si seis monos fueran...

ROS: ¿Juegas?

GUIL: Fueran...

ROS: Te toca a ti.

GUIL (comprendiendo): A mí (Lanza una moneda). El cálculo de probabilidades significa, si lo he entendido bien, que si seis monos fueran lanzados al aire una y otra vez, aterrizarían sobre sus colas poco más o menos las mismas veces que sobre sus...

ROS: Cara (Lanza una moneda).

GUIL: Lo que, incluso a un primer nivel, no nos sorprende especialmente como brillante especulación; en ningún sentido, ni siquiera sin los monos. Quiero decir que no deberías apostar en eso. Quiero decir que yo apostaría, pero tú... (Lanza una moneda).

ROS: Cara.

GUIL: ¿Tú apostarías? (Lanza una moneda).

ROS: Cara.

(Repite).

Cara (Levanta la vista a GUIL; se ríe, incómodo). Esto va siendo un poco molesto ¿no?

GUIL (fríamente): ¿Molesto?

[...]

ROS: Ochenta y cinco veces seguidas. ¡He batido un récord!

[...]

ROS: Me temo que es una marca difícil de superar.

GUIL: ¿Eso es lo que temes? ¿Eso? ¿No tienes miedo?

ROS: ¿Miedo?

GUIL (furioso, lanza una moneda con fuerza): ¡Miedo! ¡La explosión que inundará de luz tu cerebro!

ROS: Cara... (Guarda la moneda en la bolsa).

(Guil se sienta, abatido. Coge una moneda, la da vuelta, dejándola caer entre sus pies. La mira, la coge, se la lanza a ROS, que la guarda en su monedero).

(GUIL coge otra moneda, la da vueltas, la lanza al aire, la coge al caer con la otra mano, la mira y se la lanza a ROS, que la guarda en su monedero).

(GUIL coge una tercera moneda , la da vueltas, la lanza al aire con la mano derecha, la recoge con la izquierda, la vuelve a lanzar al aire, empujándola con la mano izquierda, levanta la pierna izquierda, hace pasar la moneda por debajo, la coge y se la pone sobre la cabeza, donde permanece. ROS se acerca, la mira, la guarda en su monedero).

ROS: Tengo miedo...

GUIL: Yo también.

ROS: Tengo miedo de que no sea tu día.

GUIL: Tengo miedo porque sí lo es.

(Breve pausa).

ROS: Ochenta y nueve.

GUIL: Esto debe significar algo, aparte de una redistribución de la riqueza (Reflexionando). Lista de explicaciones posible. Uno: Yo lo deseo en el fondo. En mi interior, donde nada se distingu, soy la esencia de un hombre lanzando monedas a cara o cruz y que apuesta contra sí mismo en íntima expiación de un pasado perdido en la memoria (Lanza una moneda a ROS).

ROS: Cara.

GUIL: Dos: El tiempo se ha detenido de pronto, y la experiencia única de una moneda lanzada una sola vez se ha repetido noventa veces... (Arroja una moneda, la mira y se la da a ROS). Dudoso en su conjunto. Tres: intervención divina; es decir, especial disposición del cielo en este sentido; cf. Hijos de Israel o un castigo de lo alto contra mí; cf. La esposa de Lot. Cuatro: Una justificación espectacular del principio de que cada moneda aislada , lanzada aisladamente (arroja una) tiene tantas probabilidades de salir cara como cruz y, por lo tanto, no debería sorprendernos cuando lo hace aisladamente (La moneda cae, se la lanza a ROS).

[...]

GUIL: [...]  (Continúa, con histeria contenida, autocontrolándose). Llevamos jugando juntos a cara o cruz desde no sé cuándo, y en todo este tiempo –si todo esto es tiempo– no creo que cada uno haya ganado o perdido más de un par de monedas de oro. Espero que esto no parezca sorprendente porque yo continúo agarrado a la decisión de no sorprenderme. La ecuanimidad de tu porcentaje en el juego de cara o cruz depende de una ley, o quizá más de una tendencia, permíteme que lo llame probabilidad o a cierto nivel una posibilidad matemáticamente calculable, que asegura que no habrá de quebrarse por las pérdidas continuas de uno de los jugadores ni quebrará el porcentaje de su contrincante por la excesiva repetición de ganancias. Esto ocurre en virtud de una especie de armonía y una especie también de confianza.  Así, lo fortuito y lo previsible se equilibran en una coherente unión, que llamamos Naturaleza. El sol, hablando a “grosso modo”, sale aproximadamente el mismo número de veces que se pone, y una moneda saldrá cara más o menos las mismas veces que cruz. [...] Noventa y dos monedas han salido cara consecutivamente, noventa y dos veces consecutivas... [...]

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

Como comenta Guildenstern, a pesar de la gran improbabilidad de una serie de 92 caras consecutivas, esto es posible...

En este mismo acto, cuando Rosencrantz y Guildenstern se encuentran con los comediantes, de nuevo surge una apuesta con monedas:

GUIL: (Sin darle importancia). ¿Os gusta apostar?

(Los COMEDIANTES se vuelven y le miran interesados. El ACTOR se adelanta).

ACTOR: ¿En qué clase de apuesta estáis pensando?

(GUIL recorre la mitad del camino que le separa del ACTOR y coloca el pie sobre la moneda que hay en el suelo).

GUIL: Deja o dobla.

ACTOR: Bueno..., cara.

(GUIL levanta el pie. El ACTOR se inclina. Los COMEDIANTES se apelotonan tras de él. Alivio y felicitaciones. El ACTOR coge la moneda. GUIL le lanza otra).

GUIL: ¿Otra vez?

(Unos COMEDIANTES están a favor, otros en contra).

El desempate.

(El ACTOR asiente y lanza la moneda).

Cara.

(Es cara. Coge la moneda).

Otra vez.

(GUIL lanza la moneda).

ACTOR: Cara.

(Es cara. El ACTOR coge la moneda. Tiene dos. Lanza una).

GUIL: Cara.

(Es cara. GUIL la coge y la vuelve a lanzar enseguida).

ACTOR (tras un segundo de duda): Cruz.

(Pero es cara. GUIL la coge. El ACTOR lanza su última moneda, como revancha, y se vuelve. GUIL no la coge; pone el pie encima).

GUIL: Cara.

ACTOR: ¡No!

(Pausa. Los COMEDIANTES se muestran disgustados).

(Excusándose). No les gustan los impares.

GUIL (Levanta el pie, se inclina, coge la moneda y aún agachado la mira): Tenías razón –cara.

(La tira; con la mano cubre la tierra). Cara, gano yo.

ACTOR: No.

GUIL (descubre la moneda): Otra vez. (Repite la operación). Cara, gano yo.

ACTOR: No.

GUIL (descubre la moneda): Otra vez. (Repite la operación). Cara, gano yo.

ACTOR: No.

GUIL (descubre la moneda): Y otra vez. (Repite la operación). Cara, gano yo.

ACTOR: ¡No!

(Se aparta, y los COMEDIANTES le siguen. GUIL se pone de pie, se aproxima a ellos).

GUIL. ¿Quién lo iba a creer? (Retrocede, se relaja, sonríe). Apostad que el año de mi nacimiento multiplicado por dos es una cifra impar.

ACTOR: ¡Vuestro nacimiento!

GUIL: Si no me creéis no apostad.

ACTOR: ¿Me creeríais a ?

GUIL: Apostad entonces.

ACTOR: ¿Mi nacimiento?

GUIL: Si es impar, ganáis.

ACTOR: Estáis..

(Los COMEDIANTES se han adelantado, muy despiertos).

GUIL: Bien. EL año de vuestro nacimiento. Dobladlo. Si es par, gano; si es impar, pierdo.

(Silencio. Un gemido de espanto cuando se dan cuenta que cualquier número multiplicado por dos da una cifra par. Disputan entre sí, protestan. Después hay un silencio terrible).

ACTOR: No tenemos dinero. [...]

Y tras esta dramática confesión, continúa la alocada conversación entre los dos protagonistas y los comediantes.

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

El Deja o dobla que propone Guildenstern al actor tiene que ver la conocida como  paradoja de San Petersburgo enunciada por primera vez por Nicolas Bernoulli.

La apuesta con respecto a que “el año de mi nacimiento multiplicado por dos es una cifra impar” es una muestra del tipo de conversación absurda mantenida por los personajes.

De manera similar a la de The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, los acontecimientos acaban por demostrar que los dos protagonistas –perdidos y desesperados durante toda la obra– están muertos...

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

 

Nota:

[1] Texto extraído de Tom Stoppard, Rosenkrantz y Guildenstern han muerto, Cuadernos para el Diálogo, 1969 (traducido por Álvaro del Amo).

 
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