26. Habitats en el Espacio
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Escrito por Miquel Barceló   
Miércoles 01 de Febrero de 2006

Si el mes pasado hablábamos de las ciudades y la vida ciudadana imaginadas por la ciencia ficción, conviene recordar que, además de imaginar ciberespacios virtuales y grandes macro-ciudades, la ciencia ficción también ha concebido (ayudada por la tecnociencia) nuevos hábitats artificiales para el futuro, desde las clásicas estaciones del espacio hasta llegar a otras alternativas aún más complejas.

Parece que la primera idea, por ridícula que hoy pueda parecer, la tuvo Edward Everett Hale, un escritor norteamericano quien, en THE BRICK MOON (La luna de ladrillo, 1869) y su continuación LIFE IN THE BRICK MOON (Vida en la luna de ladrillo, 1870), imaginó nada más y nada menos que un satélite formado por varias esferas de ladrillo conectadas por arcos también de ladrillo. Gigantescas ruedas voladoras se encargarían de lanzar ese satélite al espacio, eso sí, ya con gente en su interior e, imagino, sin excesivo miedo a los problemas causados por la aceleración...

Precedentes curiosos aparte, la primera aproximación seria al tema procede, como tantas otras en ingeniería astronáutica y espacial, de Konstantin Tsiolkovsky. Es un texto escrito entre 1896 y 1920, que fue publicado en 1920 como VNE ZEMLI, traducido habitualmente como "Fuera de la Tierra". Se trata de una especulación, casi en forma de ficción, sobre como podría ser la vida en caída libre, sobre grandes invernáculos para cultivar comida en el espacio, sobre comunicaciones a distancia por medio de espejos, y, también, sobre una gravedad artificial conseguida con la rotación de la estación espacial en torno a su eje. Un trabajo de pionero.

Sólo años más tarde la posibilidad de una estación espacial llegó a convertirse en algo común y aceptado a partir de un famoso texto de divulgación: LA CONQUISTA DEL ESPACIO (1949), escrito por Willy Ley e ilustrado por Chesley Bonestell. El texto fue divulgado en forma de serial en revistas de ciencia ficción, apareciendo incluso en la revista argentina Más Allá, verdadera pionera en la ciencia ficción de lengua hispana. Junto con otro libro del mismo autor: ESTACIONES DEL ESPACIO (1958), tuvo gran influencia en toda la ciencia ficción posterior. Por ello no es de extrañar que, con el tiempo, las estaciones del espacio de forma toroidal se convirtieran en el más socorrido de los hábitats espaciales, presentes incluso en películas como la inolvidable 2001, UNA ODISEA DEL ESPACIO (1968) de Stanley Kubrick.

Con el tiempo, los hábitats del espacio no se redujeron a estaciones espaciales orbitando en torno a planetas, y los autores fueron aún más ambiciosos. En la serie de novelas recogidas en CIUDADES EN VUELO (1970), escritas desde 1950 a 1962, James Blish imaginó ciudades enteras, arrebatadas a planetas y en contínuo viaje por el espacio. Más tarde Larry Niven hacía descubrir a sus protagonistas un mundo gigantesco en forma de anillo artificial orbitando en torno a una estrella en MUNDO ANILLO (1970). En TITAN (1979), John Varley imaginó que el mayor satélite de Saturno era precisamente una obra de ingeniería, un mundo artificial. Y Greg Bear, en EON (1985), hace que se acerque a la Tierra un misterioso asteroide (Twistledown), que incluye una misteriosa Vía que da acceso a un multi-universo de mundos.

La mayoría de esas especulaciones sobre futuros habitats humanos que nos muestran los autores de ciencia ficción surgen, en realidad, de diversas ideas publicadas en obras de divulgación o especulación científica. En 1960, Freeman J. Dyson publicó un breve artículo en la revista Science, sobre lo que hoy conocemos como "esferas de Dyson". Se trataría del supuesto destino final de una civilización avanzada que, por razones de las necesidades de energía, acaban, según postulaba Dyson, reconstruyendo su sistema solar para disponer de una bioesfera artificial que encerrara completamente a su estrella para lograr recuperar toda su energía. Esa hipótesis la recoge Stephen Baxter en su continuación de la mítica LA MÁQUINA DEL TIEMPO (1985) de Herbert G. Wells titulada LAS NAVES DEL TIEMPO (1996). Como era de esperar, en el futuro de la especie humana, el sol se halla rodeado de una gigantesca esfera de Dyson que es donde moran los humanos. Una nueva forma de "ciudad" que resulta incluso mucho mayor que el más loco sueño de planeta-ciudad como el viejo Trántor.

De forma parecida, las colonias del espacio deben mucho a autores como George K. O'Neill quien defendió con ardor la construcción de esas colonias, verdaderos hábitats en el espacio, en libros de divulgación como THE HIGH FRONTIER (1977, traducido aquí como "Ciudades del espacio").

Más de cincuenta años después, lo imaginado por Tsiolkovsky adquiría al fin carta de naturaleza tanto en la ciencia ficción como en la ciencia: un futuro no sólo con estaciones del espacio, sino con verdaderas colonias espaciales en todo autosuficientes y, previsiblemente, con gran densidad de población. La vieja ciudad asentada a las orillas de un río se ha convertido en un nuevo habitat al que, como a tantos otros, el ser humano también acabará habituándose.

Pero eso no es todo.

Incuso los sueños más locos caben en la ciencia ficción. En la serie conocida como del "Anillo de Humo", Larry Niven imaginaba que, en un sistema doble formado por las estrellas T3 y Le Voy's Star, se había formado una inmensa capa gaseosa en forma de anillo alrededor de una estrella de neutrones y que el amplio espacio que quedaba libre en el interior podía ser un lugar habitable por el ser humano aunque quedara allí muy poca tierra aunque, eso sí, se podía volar en él... LOS ÁRBOLES INTEGRALES (1983) fue la primera novela que explotaba ese extraño hábitat espacial y, con justicia, obtuvo el premio Locus de 1985 por esa espectacular osadía imaginativa.

Más cercanos a nosotros, los valencianos Juan Miguel Aguilera y Javier Redal exploraron en su gran éxito MUNDOS EN EL ABISMO (1988) e HIJOS DE LA ETERNIDAD (1990), la posibilidad de vida surgida en el polvo interestelar. En un futuro distante y en torno al cúmulo globular de Akasa-Puspa (un conjunto de diez millones de soles) se descubren muestras de esa posible vida interestelar ya evolucionada y organizada en forma macroscópica. Redal y Aguilera imaginan formas de vida nacidas del polvo interestelar como son los "comuneros" y los "juggernauts", entre otros. Una especulación inteligente y amena que representó un hito indudable en la moderna ciencia ficción española, hasta el punto que se ha reeditado hace poco en versión renovada con el nuevo título MUNDOS EN LA ETERNIDAD (2001, Equipo Sirius, Madrid).

En definitiva, vivir en el espacio, para la ciencia ficción, supone un inacabable rosario de posibilidades, algunas incluso con cierta base científica.

Para leer:

Ensayo
- CIUDADES EN EL ESPACIO. Gerard K. O'Neill. Barcelona. Bruguera. 1981.

Ficción
- LAS NAVES DEL TIEMPO. Stephen Baxter. Barcelona. Ediciones B. 1996.
- LOS ÁRBOLES INTEGRALES. Larry Niven. Barcelona, Acervo. 1986.
- MUNDOS EN EL ABISMO. Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Barcelona. Ultramar. 1988.
- HIJOS DE LA ETERNIDAD. Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Barcelona. Ultramar. 1990.

 
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