El desarrollo de la ciencia, a la sombra de la Corte
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El Mundo, 17 de Marzo de 1999
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MADRID
ROSA M. TRISTAN Una exposición «descubre» la Historia científica de Madrid

MADRID.- Hubo un tiempo en que Madrid fue la capital de la ciencia. En aquel entonces, los mejores ingenieros, astrónomos y alquimistas del Imperio vivían entre las murallas de lo que era una pequeña villa que comenzaba a transformarse en el centro neurálgico del país. Todo, por deseo expreso de un rey, llamado Felipe II.
Este esplendor perduraría durante los siglos XVI, XVII y XVIII, unos años en los que los avances científicos llegaron al pueblo y mejoraron su calidad de vida. Acercar a los madrileños este espíritu científico, que cuenta con tan larga historia, es el objetivo de la exposición Madrid, Ciencia y Corte, que ayer se inauguró en el Jardín Botánico, situado justamente en la llamada Colina de las ciencias.
«Nuestra Comunidad tiene una concentración científica y tecnológica superior a la Unión Europea y los ciudadanos deben participar de estos conocimientos, porque hoy hay un gran desconocimiento», explicaba ayer el director general de Investigación de la Comunidad, Francisco Rubia Vila.
Y para ello, nada mejor que pasearse por esta muestra interactiva, organizada como un espacio virtual en el que el visitante puede manipular herramientas que le introducen en los diferentes escenarios del recorrido.
Así, en la primera sala (siglo XVI) nos encontramos con el rey como centro del Imperio. «A su alrededor, la ciudad se llena de astrónomos e ingenieros que actúan como sus ojos y sus manos, la prolongación de su cuerpo», dice el comisario de la exposición Antonio Lafuente, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Los Reales Sitios
Fue este monarca, Felipe II, quien inició la construcción de los Reales Sitios. Y no resultó fácil. Aranjuez, por ejemplo, era una zona pantanosa y palúdica, donde hubo que realizar unas impresionantes obras hidráulicas para que el insano terreno fuera habitable.
Sin olvidar El Escorial, un complejo en el que trabajaron 2.500 personas y en el que se invirtieron, en monedas de hoy, unos 40.000 millones de pesetas. Y es que el monasterio se planteó, según explica Lafuente, como el centro cultural y espiritual de la Contrarreforma. Su laboratorio de alquimia, astrónomos y astrólogos eran únicos en la época.
Del mismo siglo es la época gloriosa de la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el Cardenal Cisneros, de donde saldría la Biblia Políglota Complutense, una obra que reunió a los mejores filólogos, historiadores y arqueólogos.
El libro, protagonista
Ya en el siglo XVII (sala dos) el libro se convierte en el protagonista y las bibliotecas, en el centro del saber. Detrás de ellas, estaban las cámaras del tesoro, donde se acumulaban fósiles, joyas, plantas y todo tipo de objetos que enlazaban la realidad con la fantasía. Es el momento de compatibilizar el libro de la naturaleza, escrito en lenguaje matemático, con la religión.
El tercer espacio nos lleva al siglo XVIII, el momento en el que la gran cloaca que era Madrid se transforma con un avanzado saneamiento y avenidas arboladas.
Surgen entonces los gabinetes, de los que hay un ejemplo en esta exposición, y a los que los madrileños iban a ver animales en formol, restos arqueológicos, espadas, piedras y libros. La ciencia se populariza. En los salones se hacían experimentos, como aquél en el que una joven se enganchaba a un artilugio que producía electricidad y daba un beso a un hombre. La prueba funcionaba si a él se le ponían los pelos de punta.
Más éxito tenían los ascensos de globos aerostáticos, que ponían de manifiesto la fascinación por el progreso.
«La ciencia se aprovechaba de la Corte y viceversa, dado que el progreso daba poder», concluye el comisario Antonio Lafuente.

Madrid, Ciencia y Corte. Real Jardín Botánico (Paseo del Prado). Hasta el 23 de mayo. http: // www.madridciencia.com.

 
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