Eduardo Torroja, ingeniero y artista
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El Mundo, 14 de Octubre de 1999
EXPOSICION
MADRID
RAFAEL ESTEBAN Una muestra en el Ministerio de Fomento recoge la obra de este creador en su centenario

La Castellana huele desde hace días de forma diferente. A la altura de los Nuevos Ministerios puede notarse una aroma a edificios y a ingeniería sencilla que contrasta con el habitual de la arteria que recorre Madrid de Norte a Sur. Ese olor procede de las Arquerías del Ministerio de Fomento (Paseo de la Castellana, 67), donde se conmemora con una exposición el centenario del nacimiento de Eduardo Torroja, uno de los principales innovadores de la construcción española de este siglo. La muestra recoge parte de la obra de este ingeniero, descubridor y artista nacido hace poco más de cien años en la madrileña calle de otro genio, aunque en este caso de la literatura, la de Lope de Vega.
Torroja fue el técnico que revolucionó las obras de ingeniería no sólo en España, sino en todo el mundo. Sus experimentos con materiales, las aplicaciones que sacó de esos estudios, cambiaron la manera de edificar conocida hasta finales de los años 20, que es cuando el joven ingeniero empezó a desarrollar su obra y que en Madrid pudo contemplarse en viaductos, puentes y edificios, aunque de ello quede ya poco en la ciudad.
La exposición, cuyo comisario es su hijo José Antonio, reúne planos, fotografías, vídeos y maquetas sobre sus trabajos. Además, la sala de La Castellana muestra un vídeo sobre su vida y un CD realizado por el Centro de Estudios y Experimentación del Ministerio que explica con imágenes por ordenador los cálculos que el ingeniero de Caminos realizó para varias de sus principales e innovadoras obras. De esa manera, la exposición permite contemplar el aroma de sencillez que supo concebir este maestro del cálculo de estructuras laminares.
La reconstrucción por ordenador de sus trabajos muestra la facilidad de Torroja para adentrarse en el campo del proceso geométrico y matemático previo a la edificación. Las imágenes desmenuzan cómo moldeaba el hormigón armado de tal manera que parecía un material similar al plástico y con el que creó las formas que luego darían paso a cubiertas como las del Hipódromo de Madrid, con su voladizo de 12 metros, o el desaparecido Frontón Recoletos.

 
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