La diosa de las pequeñas victorias
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  • Autora: Yannick Grannec
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    —¿Quién está más loco de los dos? ¡Mira lo desfigurada que me dejaste! ¡Espero que fuera en la vida más reciente! No me imagino yendo por ahí así desde lo más remoto de los tiempos.

    Conseguí con las manos que me perdonase el mordisco. Noté cómo relajaba el cuerpo.

    —¿Duermes?

    —Estoy pensando. Tengo que irme a trabajar.

    —¿Ya?

    —Tengo un regalo para ti.

    Sacó de la carterita, que había metido debajo de la cama, dos manzanas rojas y muy lustrosas. Había grabado a navaja en una «220» y en la otra «284».

    —¿Es la cuenta de nuestras vidas anteriores? Uno de nosotros va adelantado.

    —Me comeré «220» y tú «284».

    —Siempre escoges lo menos pesado.

    —Calla un poco, Adele. Es una costumbre árabe. 220 y 284 son números amigos, unos números magníficos. Ambos son la suma de los divisores del otro. Los divisores de 284 son 1, 2, 4, 71 y 142. Suman 220. Los divisores de…

    —¡Basta ya, tanto romanticismo me supera, sapito, me voy a desmayar!

    —Sólo se conocen 42 pares inferiores a 10.000.000.

    —¡He dicho que ya basta!

    —Nadie sabe demostrar si su número es infinito. Nunca han encontrado una pareja par/impar.

    Le metí la manzana en la boca. Mientras masticaba la mía estaba ya notando nostalgia de ese instante, de lo que no volveríamos a ser: unos niños hermosos y tontos, ajenos a todo salvo a nosotros mismos. Ése fue el regalo más valioso que me hizo en la vida. He conservado las pepitas en una caja de caramelos del café Demel.

  • Fuente: Editorial Alfaguara, 2015.

 
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