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El funeral del Abuelo
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  • Autor:   Angélica Gento

  • Texto: Fragmento de El funeral del Abuelo (pertenceciente a "Sobre números y letras. Relatos Matemáticos", RSME-ANAYA, 2007)

    [...]
    Esa frase de la abuela me pareció una perfecta metáfora de la propia vida y del paso del tiempo y a la vez me sorprendió en ella una sentencia así de rotunda.

    Entonces empecé a llevar la conversación a mi terreno, a lo que me interesaba de verdad, le pregunté por el abuelo y por sus años de escuela, que ella me confirmó que no existieron, fue una época muy dura, todo escaseaba y pocos, muy pocos por allí pudieron ir a la escuela. Él aprendió siendo niño algunas cosillas que su propia madre se encargó de enseñarle, en casa: "leer, escribir y algunas cuentas" como dijo la abuela, pero durante toda su vida fue un hombre con una mente inquieta, siempre inventando, muy habilidoso con las manos, capaz de recordar y construir cualquier artilugio mecánico que hubiera visto en algún sitio, según me contó la abuela, y tal como había podido descubrir en parte yo mismo la tarde antes.

    Le pregunté si hacía "cosas raras" y la abuela se sorprendió de esa pregunta y de cómo yo podía saber eso. Para no alarmarla demasiado, le expliqué un poco por encima que había estado en su taller y había visto alguno de sus cuadernos. Entonces ella comprendió y empezó a desahogarse.

    Me contestó que claro que hacía cosas raras, una vez al parecer la tuvo toda la tarde preguntándole "sí" o "no" y anotando las respuestas, pero no cincuenta ni cien veces, sino mil y pico de veces, y luego, otro día lo mismo con una moneda lanzada al aire; iba anotando las veces que salía cara y las que salía cruz, así estuvo una buena temporada hasta que terminó de construir "la maquinita esa que fabricó"…

    Al llegar a este punto yo era el sorprendido y debí abrir unos ojos como platos porque la abuela sonrió levemente al ver mi expresión de desconcierto. Rápidamente le pregunté qué tipo de máquina era y si la tenía por allí. Ella no recordaba bien dónde estaba pero dijo que la buscaría. Cuando empezó a contarme que había fabricado una serie de "embudos" colocados en vertical comunicados entre sí y de distintos tamaños, al parecer para clasificar aceitunas según el grosor, pero que luego había retomado el invento, haciéndolo mucho mayor, es decir con más embudos y todos del mismo tamaño, mi desconcierto dejó paso a una incredulidad total. Esa "maquinita diabólica" así descrita por la abuela me recordó mucho a una que nos llevó la profesora de matemáticas en el instituto un día, cuando intentaba explicarnos la distribución binomial, pero, ¿sería posible que mi abuelo hubiese podido idear y fabricar un aparato de Galton, que era el nombre con el que yo lo conocía? ¿Tenía un genio en mi familia y nadie lo sabía?
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