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Los diablos de los números
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El Mundo, 16 de Mayo de 2000
LAS AFUERAS
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JUAN BONILLA «La matemática es la más grande aventura del pensamiento. En otras actividades también pensamos, obviamente, pero contamos además con la guía y el control de la observación empírica. En la matemática pura navegamos por un mar de ideas abstractas, sin más brújula que la lógica».

Estas contundentes palabras las pronuncia Jesús Mosterín, catedrático de Lógica y autor de un insólito libro titulado Los lógicos (Espasa-Calpe), en el que realiza una original introducción a los asuntos fundamentales de la lógica, la teoría de los conjuntos y la filosofía de la matemática, sirviéndose de las fascinantes biografías de seis matemáticos.

Todas esas biografías están llenas de atormentados periodos de mucha sustancia narrativa y locuaces anécdotas acerca de las dificultades a las que hubieron de enfrentarse los seis personajes (entre ellas, nada menos que la proximidad nada hipotética del abismo de la locura).

No es de extrañar, por tanto, que las matemáticas, cuya historia está atestada de momentos y peripecias de indudable propensión al drama, engendren literatura. Ha querido el azar editorial -pues me temo que no a otra cosa debemos esta afortunada ocasión, no creo que las matemáticas se hayan puesto repentinamente de moda- que coincidan en las mesas de novedades de las librerías algunos libros que tienen a las matemáticas como motor literario. Hace unos años se lanzó con énfasis la falsa novela de Hans Magnus Enzensberger, El diablo de los números, que pretendía ser a las matemáticas lo que El mundo de Sofía a la filosofía.

El libro, lanzado para cautivar tanto a adolescentes como a adultos, acotaba como podía el gigantesco espacio que tenía por objeto, si bien la banalidad de su argumento transmitía la impresión de que como pequeña guía para enamorar a los lectores de las matemáticas servía mucho mejor que como novela de aventuras. Es curioso que esta deficiencia narrativa sea un pecado casi inevitable cuando se trata de hacer una novela que tenga a las matemáticas como fondo.

Afortunadamente no siempre sucede así, y para dar muestra de ello bastan las dos novelas recientemente publicadas por Anagrama y Ediciones B, respectivamente: El teorema del loro, de Denis Guedj, y El tío Petros y la conjetura de Goldbach, de Apostolos Doxiadis. La primera se subtitula, para eliminar todo tipo de dudas, Novela para aprender matemáticas. El novelista francés se ha servido de una original y persuasiva, por más que algo rebuscada, trama para atrapar a los lectores y ofrecerles una polifonía de historias en las que caben tanto los recursos propios de las novelas de misterio (al fin y al cabo se trata de resolver las claves de un asesinato) como las biografías apasionantes de los más célebres matemáticos.

Apoyado en una inextinguible capacidad para el humor, Guedj -que por supuesto es matemático- consigue no sólo hacer apasionante la historia de las Matemáticas (eso, al fin y al cabo, no es nada difícil) sino también explicar matemáticas con solvencia y claridad (lo que ya de por sí es un mérito).

Muy otra es la ambición del griego Doxiadis. El Tio Petros es el examen de un fracaso colosal. Se alimenta también de la historia de las matemáticas con economía y simplicidad, para narrar la extraordinaria aventura de un matemático que, en el momento en que más expectativas despertaba en la comunidad científica, decide encerrarse para resolver la famosa conjetura de Goldbach, un problema de apariencia sencilla que durante más de dos siglos nadie ha conseguido resolver. La conjetura dice: todo número par mayor de dos es resultado de la suma de dos números primos.

El narrador de la novela nos cuenta los desvelos por los que transitará su tío, empeñando su brillante futuro en la consecución de un logro imposible que le acarreará la locura y la muerte. Pero hay algo hermoso y gigantesco en esa derrota, hay una época insobornable que nos es transmitida con convicción y desparpajo. Las matemáticas cobran un carácter peligroso y siniestro, que podemos rastrear también en las biografías de las que se ayuda Mosterín para diseñar su personal introducción a la lógica.

Los seis pensadores que Jesús Mosterín estudia en su peculiar ensayo -no menos literario, dinámico y emocionante que las dos novelas mencionadas- son: Frege, Cantor, Bertrand Russell, Von Neuman, Gödel y Alan Türing, de quienes el autor repasa sus vidas y examina sus principales ideas filosóficas, sus conquistas matemáticas y sus fracasos vitales.

En un territorio muy similar se sitúa Matemática es nombre de mujer (Rubes Editorial), donde la científica Susana Mataix relata los logros científicos, a lo largo de la historia de esta ciencia, de un grupo de eminentes mujeres matemáticas que alcanzaron sus objetivos pese a que los hombres se lo pusieron difícil.

Para aquéllos a quienes las matemáticas y su historia les resultan en efecto la gran aventura del pensamiento, y para aquellos otros que ansían en una novela el ya viejo género de la narrativa didáctica, aquí tienen pues un sabroso banquete de libros que pueden complementarse.

Y si hay alguien a quien todavía le sobran ganas, no tiene más que buscar el magnífico ensayo El enigma de Fermat, de Simon Singh (Planeta), en el que se nos cuenta la historia de una búsqueda científica sin precedentes: la que comenzó cuando en el siglo XVII Fermat escribió en el margen de un libro que había encontrado una demostración maravillosa para un teorema que establecía que X elevado a n más y elevado a n igual a Z elevado a n, no tiene solución con números enteros cuando n es mayor que 2. Durante años decenas de matemáticos trataron de hallar esa demostración, hasta que Andrew Wiles consiguió descifrar el misterio en 1995.

 

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