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Diálogos diabólicos
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El Correo, 10 de abril de 2001

MIGUEL ESCUDERO Diálogos diabólicos

En los años setenta Elías Canetti, sefardita búlgaro y premio Nobel de Literatura, escribió en sus apuntes que «en la adversidad se leía mejor», porque «era lo único que se tenía». Esta escueta nota puede sumirnos en el desconcierto si no caemos en la cuenta del valor de la pobreza, una pobreza relativa de recursos que permita concentrarnos en lo mejor. El buen leer y el cuidado en el hablar hacen que se piense mejor. Canetti comenta de alguien en esas páginas: «¡Qué poco piensa! ¡Cuánto produce! Siempre que se le presenta algo para pensar, produce rápidamente algo y lo evita». Pensar no da garantía de éxito inmediato. Pero, aunque dé agujetas, es lo mejor que se puede hacer y no precisa del ruido. Por eso es frecuente que haya quienes busquen acallar el silencio, para que no se piense.

Se habla sin cesar en nuestra sociedad de la necesidad de dialogar. Pero a la vez parece ignorarse en qué consiste el diálogo, éste no es posible si no hay un clima adecuado. Dialogar es discurrir, conversar, esto es, vivir en compañía. Cuando se exhibe prepotencia y menosprecio absoluto hacia los otros, no digamos ya cuando se les arroja amenazas, brutalidad y crímenes, exigir encima ,diálogo, es un ejercicio de cinismo y de insensatez. Conversar es una palabra derivada del latín ,vertere,, es decir, girar, derribar, cambiar. Requiere un giro en torno a uno mismo, derribando los propios prejuicios y cambiando hacia el respeto y la ecuanimidad. Si no, no hay nada que hacer, salvo esperar los ,idus, de marzo, la llegada de los comicios. Por su etimología, diablo es el ser que desune o calumnia, que siembra discordia. Hay personas que amparadas en cargos o atrincheradas en una ideología descargan xenofobia a su alrededor y ,comprenden, a las bandas violentas siempre que no ,se pasen,. ¿Se puede conversar, lo que se dice conversar, con personas así?

Busquemos consuelo en la poesía y la ciencia. Jorge Guillén calificó a Francisco Pino como «el poeta más vanguardista de la poesía española». Pino había figurado en la asociación estudiantil republicana FUE y en 1940 escribió estos versos:

Por tu amigo
el enemigo,
por tu amigo
vas a llorar
te lo digo
en silencio
lar
ga
mente.

El diálogo supone conciencia de nuestros actos y abandono de la obsesión por el enemigo. Y si pasamos a la búsqueda de ideas, una tarea imprescindible, podemos encontrarnos con un célebre matemático, Norbert Wiener (1894-1964), que inventó el término cibernética y que en los años veinte ya hablaba de construir una máquina electrónica digital que procesara información. En su libro ,Inventar,, escrito en 1954 pero publicado cuarenta años más tarde, Wiener afirmaba que «nuestras escuelas deben enseñar algo más que la conformidad, y deben exigir algo más que nimiedades acabadas», y señalaba que la invención satisface distintas necesidades en momentos diferentes: «Euclides no tenía ninguna necesidad de desarrollar la teoría axiomática de la geometría, ni Gibbs de insistir con tanta vehemencia en la noción de probabilidad en termodinámica».

Quien está habituado a lidiar con problemas sabe que las dificultades principales para resolverlos emanan sobre todo de plantear una adecuada estrategia. Decía Wiener que la matemática es una de las herramientas más potentes para reanimar una ciencia, gracias en particular a su hábito de emplear un lenguaje lógico y riguroso: «Las matemáticas nos permiten formular lo esencial y desterrar lo inesencial, lo cual propicia también hacer las mismas preguntas en muchos campos sin comprometernos con ninguno de ellos. En manos de un matemático sensible a las posibles interpretaciones de su lenguaje, éste se convierte en un poderoso órgano de invención y descubrimiento». Hay problemas que no tienen solución, sólo admiten disolución. El diálogo viene después.

 

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