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El secreto del gazpacho
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  • Autor: Gervasio Posadas
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    Finalmente apareció la escritora, con sólo una hora de retraso, lo que no era mucho si se comparaba con los humos que se daban otras divas. Era una mujer de unos treinta y pocos, muy rubia, con facciones muy lavadas y con unos ojos azules transparentes. Guapa pero un poco fría para los gustos de Rodrigo. Venía acompañada por un asistente, cruce entre proselitista de la Iglesia de la Cienciología (traje gris, camisa blanca, corbata azul estrecha) e hipermusculado de gimnasio de barrio.

    Como iban un poco justos de tiempo decidieron hacer la entrevista a la vez que la maquillaban y le hacían las pruebas de vestuario. Carmen J. White se acomodó en una silla de tijera mientras a su alrededor se arremolinaba la gente. Rodrigo se presentó en inglés y se sentó en otra silla a su lado. Ella sonrió, le dijo las habituales frases de cortesía americanas y se mostró aliviada de que la entrevista fuera en su idioma.

    Instyle: El número de oro es una de las mayores sorpresas editoriales de los últimos tiempos. Una autora novel, una profesora de matemáticas de una pequeña universidad del Midwest americano escribe un libro y vende millones de ejemplares.

    Carmen J. White: En contra de lo que les pasa a otros escritores, yo creo en la intuición de los lectores. Ellos han sabido apreciar un libro que les aclara enigmas que siempre han llamado su atención, que les habla con un lenguaje de hoy sobre el saber de ayer, de los sabios de la antigua Grecia, de la evolución de sus ideas, y que, por otro lado , les plantea problemas de nuestro mundo actual.

    I.: La Atlántida, las grandes catedrales, los códigos numéricos antiguos, Pitágoras, la filosofía griega. Este libro ha debido suponer un gran esfuerzo de imaginación y documentación para combinar todos estos temas.

    C. J. W.: De investigación, principalmente. Humildemente y sin buscar comparaciones, puedo acudir a aquella frase de lsaac Newton: “Si he podido ver más allá que otros es porque me levanté sobre hombros de gigantes”.

    I.: ¿ Quiere usted decir que se ha basado en hechos históricos reales o en textos desconocidos?

    C. J. W. (tras darle un sorbito a un café que le acaban de poner): Es sorprendente la cantidad de información que se encuentra en los libros que los investigadores desdeñan o que toman al pie de la letra. Uno de los casos más evidentes es el de la Atlántida. En sus diálogos Timeo y Critias, Platón describe la Atlántida como una gran nación marítima, fabulosamente rica, situada junto a las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar), dominando el Mediterráneo entre Egipto y Toscana. En sus textos intercala hechos ciertos con otros ficticios, como el propio emplazamiento de esta civilización, que en realidad esconden códigos numéricos que nos proporcionan una información mucho más rica. Aquí nace mi historia, la aventura de Isabelle, mi protagonista. Lógicamente para escribir este relato me ha resultado muy útil mi formación matemática.

    I.: ¿Cree usted que realmente existió la Atlántida?

    C. J. W.: Creo que la existencia de la Atlántida como civilización, no como continente, es irrefutable. Así lo demuestran la infinidad de intercambios precolombinos entre América y Europa, las extraordinarias concordancias lingüísticas entre algunos pueblos americanos, como los anahuac y los chachapoyas, los pueblos mediterráneos semíticos, o las increíbles similitudes entre las pirámides de Egipto y las del otro lado del océano. Sin ir mas lejos, recientemente se han descubierto en el Levante español, cerca de Benidorm, inscripciones cuyo origen parece ser americano. El problema es que los historiadores que han investigado el tema han interpretado textualmente los escritos de Platón. De esta forma se ha llegado a confundir el supuesto continente «más grande que Libia y África juntas» con Tartessos, en el sur de España, con las islas Canarias o Madeira. En realidad, tal y como explico en el libro. La Atlántida es una parte de América del Sur. Platón sólo intenta proteger el secreto del emplazamiento exacto que se desvela de forma codificada en ciertos pasajes poco conocidos de Critias.

    I.: Y supongo que en toda esta parte del código numérico es donde interviene Pitágoras.

    C. J. W. (un poco extrañada): Sí, tal como explico en mi libro, Platón, más allá de su relación con Sócrates, estaba fuertemente influido por las enseñanzas de Pitágoras. Incluso se dice que algunos de sus diálogos están plagiados de escritos pitagóricos. A pesar de que la mayoría de las personas identifican a este personaje con las matemáticas y la geometría por su famoso teorema, Pitágoras fue además un astrónomo y filósofo revolucionario que introdujo en Europa conceptos tan distintos como el estudio de las órbitas de los planetas o de las armonías musicales, además de otros muchos menos conocidos. Todas estas enseñanzas han influido de una forma muy poderosa en pensadores, artistas y científicos posteriores, tales como Descartes, Kepler o el propio Leonardo da Vinci, y han permanecido vivas gracias a un escogido grupo de iniciados.

    I.: , las sociedades secretas, que tanto juego dan en los libros.

    C. J. W. (algo mosqueada): Es difícil explicar la historia de nuestra civilización occidental sin la existencia de estas sociedades. Es evidente que han existido muchos grupos de falsarios, pero hay corrientes de pensamiento y conocimiento que fueron claramente custodiadas por personas seleccionadas a lo largo del tiempo hasta que la humanidad estuviera lista para asimilar este conocimiento.

    I. : Y de ahí el título de El número de oro. Es el nombre de la sociedad secreta, ¿no?

    C. J. W. (muy mosqueada): ¡Es increíble! No sólo viene usted a entrevistarme sin haberse leído mi libro y sin enterarse de nada, sino que encima pretende que le destripe todo el argumento. ¿Qué pasa? ¿No ha hecho una entrevista en su puñetera vida?
    Para su propia información, por su propia cultura general y sin que transcriba esta parte de la conversación le diré que el Número de Oro o la Proporción Áurea, como también se le llama, no es una secta sino una medida y un número. Es la relación proporcional que resulta de dividir dos trazos en partes desiguales, de manera que la relación que hay entre la sección menor y la mayor sea la misma que la que existe entre la mayor y el todo. Está representada por el número Φ = 1,618034.

    I.: ¡Aaahhh! (Rodrigo era de letras y muy de letras. Le hablaban de esas cosas y se le ponía una tremenda cara de lerdo).

    C. J. W.: La enorme mayoría de rectángulos son áureos, es decir, su base dividida por su altura es igual a Φ. Haga la prueba. Su carnet de identidad, la bandera de su país, casi todos los libros. Y no sólo eso, la proporción áurea se encuentra en muchísimos elementos de la naturaleza como las caracolas de mar, las espirales de los girasoles o los cristales de nieve.

    I.: Ohhh.

    C. J. W.: También está presente en la construcción de las grandes catedrales y en la mayoría de las composiciones musicales de los compositores clásicos, y de algunos no tan clásicos. Esta Proporción es la que utiliza la protagonista de mi libro para resolver el enigma. Es un tema tan básico que hasta sale en el dichoso Código Da Vinci. Bueno, dicho todo esto, ¿tiene usted alguna pregunta inteligente que hacer?

  • Fuente: Editorial Siruela, 2007.

 

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