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Asesinato y ánimas en pena
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  • Autor: Robertson Davies
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    Walter fue el niño inteligente y David, el niño simpático y alegre. Walter fue piadoso y aplicado en sus estudios y fue enviado interno a un buen colegio –no a uno de los grandes colegios privados de Inglaterra, sino a uno galés impregnado de ideas wesleyanas–, donde ganó premio tras premio y destacó como una promesa en matemáticas. Organizó reuniones de oración entre los chicos más piadosos y dio ejemplo de observancia religiosa y examen de conciencia verdaderamente wesleyano. Fue un muchacho de complexión sólida, cuyas fuertes piernas le ganaron el apodo de Postes de Portería. Estaba muy claro el destino que le esperaba. Como todos los chicos piadosos sintió la vocación del sacerdocio, pero pronto lo dejó a un lado y puso sus esperanzas en el servicio al Estado. Un buen matemático siempre tiene un sitio en el Estado, y Walter, además, tenía algo de lingüista; desde su infancia habló galés e inglés y el hecho de ser bilingüe le facilitó en gran medida el aprendizaje del latín y del griego, que absorbió sin ninguna dificultad. Los Ministerios del Tesoro, de Asuntos Exteriores o del Interior parecían por igual a su alcance y, cuando al final consiguió una beca para Oxford, sus deseos parecieron prácticamente asegurados.

  • Fuente: Editorial Libros del Asteroide, 2015.

 

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