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Los hijos de Nobodaddy
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  • Autor: Arno Schmidt
  • Texto:

    «Una vez tuve (y aquí le apliqué el primer golpe)... un jefe muy inteligente» (¡Lo cual en modo alguno era cierto!) «que un día me explicó lo siguiente: supongamos que existen seres que solo pueden percibir y concebir un espacio de dos dimensiones y que vivieran, por ejemplo, aquí, en el plano de esta mesa (y entonces pasé la mano muy cerca de la superficie de la mesa); si ahora introduzco en el espacio vital de esos seres los cinco dedos de mi mano (y dejé colgar mis cinco dedos como los tentáculos de una medusa), los seres que viven en ese espacio bidimensional solo percibirían ... » «Cinco círculos», dijo el hombre con la frente fruncida por el esfuerzo (quería decir pues que hasta allí había comprendido). «Sí, cinco seres individuales, cinco individuos», dije yo sombríamente, «que no pueden presentir ni imaginar que esos cinco seres en el mundo tridimensional están subordinados a una unidad trascendente que es mi mano ... o bien, consideremos otro ejemplo; si apoyo mi pulgar en el plano que constituye el universo de esas criaturas (y en efecto así lo hice) y si luego lo retiro, para esas criaturas bidimensionales mi dedo habrá desaparecido. Si poco después meto mi dedo índice en alguna parte de su universo, para ellos mis dos dedos serán dos seres diferentes, separados en el tiempo y el espacio y sin embargo, como sabemos, los dos están ligados a la unidad superior de mi mano tridimensional» (El hombre arrugaba la frente y meditaba intensamente con cierta inquietud; pero yo proseguí imperturbable: Tu l'as voulu, George Dandin!)

    «Ahora bien, aquel señor» (¡Yo mismo era aquel señor!) «... daba a  entender, no sin aducir suficientes fundamentos, que también nuestro  universo de tres dimensiones estaba a su vez sobrepasado por otro  mundo de cuatro dimensiones, el cual a su vez, según todas las  posibilidades, estaría superado por otro de cinco dimensiones; por ejemplo, para representar el movimiento de los electrones, se recurre a la noción de un espacio de seis dimensiones, etcétera. Yo podría reconstituir ahora toda la argumentación (amenacé modestamente, pero  continué luego diciendo con desenvoltura). Por mi cuenta me estudié la Geometría no euclidiana de Hilbert y otras obras de ese autor. A partir de esa época, considerando que estamos dotados de una inteligencia completamente inapropiada (¡una mala pasada que nos ha  jugado el demiurgo!) y que estamos chapoteando en un mar de  insondables misterios, perdí la costumbre de ocuparme de las cuestiones metafísicas. Ahora alguna vez se me ocurren fugaces pensamientos, pero sobre todo me contento con adoptar una actitud de  observador y ver lo que esas ridículas y viejas señoras (las parcas) traman para mí y para el mundo». Él sacó la punta de la lengua entre los labios, (no muy ladylike) y se quedó largo rato reflexionando (seguramente pensaba que aquella «cosmovisión» no convenía, ciertamente, a un funcionario prusiano; pero de todas maneras parecía asimismo afligido por esa ignorancia crasa de las ciencias físicas y naturales de las que no tienen la menor idea los clásicos universitarios y humanistas, «de formación clásica»; se mostraba así y todo desconcertado, pero impresionado; todo esto te molesta un poquito ¿no? También puedo ser un poquito antiséptico: «Vote por el Partido Comunista Alemán» y me quedé mirándolo con redoblada obsequiosidad).
  • Fuente: Penguin Random House Grupo Editorial España, 2012.

 

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