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Matemáticamente, tenemos chance
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  • Autor: Omar Gil
  • Texto:

    En uno de los quioscos de prensa de la estación de Atocha trabaja una chica preciosa.

    La descubrí el primer día que fui allí, al comienzo de mi estadía en Madrid. Es tan hermosa que nada me gustaría más que demorarme un par de párrafos describiéndola. Pero no lo haré. Porque imagino que su atractivo, que me alienta a recoger cada mañana en su negocio mi ejemplar del periódico, es también evidente para miles de otros hombres, tantos como cada día pasan por la terminal ferroviaria. Y, tal vez, para unas cuantas mujeres. Recibirá entonces todo tipo de miradas; algunas discretas, hasta tiernas. Pero otras serán lascivas, ofensivas. Por lo que no sumaré mis líneas a la invasión de su espacio.

    A juzgar por su belleza, y por la cantidad de gente que pasa por Atocha, debe ser una de las mujeres más deseadas de Madrid.

    Por unos cuantos días esta afirmación me pareció una verdad inapelable, hasta una mañana en que la bella quiosquera estaba de descanso y recibí mi periódico de manos de un joven que encontré más bien feo. Entonces caí en la cuenta de que en realidad encierra el planteamiento de un verdadero problema: dados fulano y mengano, ¿cómo saber realmente quién es más deseado que el otro?

    Hay algunos casos obvios en los que el ordenamiento se puede establecer con facilidad. Pero no es raro que existan grandes discrepancias en este tipo de valoraciones. En general es difícil decidir, o encontrar criterios más o menos objetivos para hacerlo. Es una materia sujeta a opiniones y preferencias de lo más variadas.

    En un primer intento de evitar mi subjetividad y la de cualquier otro, pensé en contar la cantidad de gente que alguna vez fantaseó con cada persona dada, y luego comparar los resultados. Para el simple propósito de estos recuentos consideraría cualquier deseo que alcanzara a provocar una reacción, aunque ésta se quedara apenas en el nivel de la imaginación. Por ejemplo, yo sólo sueño que la chica de la estación una mañana me mira e imagina que me acerco a ella y le pido su teléfono, o le pregunto a qué hora libra. Nada más. Y esta ilusión mía acerca de un levísimo interés de su parte ya valdría. Me sumaría entonces al número de las personas que han tenido fantasías con ella.

    Este criterio puramente cuantitativo puede parecer satisfactorio a primera vista. Pero un simple ejemplo nos mostrará que no. Pongámonos por un momento en los ojos de una jovencita, e imaginemos que compartimos la clase con un sujeto libidinoso, que presume de ser capaz de hacerse en una misma tarde una paja por cada chica del grupo, ¡y son como veinte! Además, mira permanentemente a las compañeras con cara de degenerado, y está todo el tiempo tirando objetos al suelo para poder ver mejor sus piernas al recogerlos. Por si fuera poco, su cara está llena de acné, y es la prueba viviente e irrefutable de que la masturbación produce marcadas ojeras y granos en el rostro. Pero también hay un chico lindo, muy lindo, el más lindo de ese año, del colegio incluso, educado en el trato y suave en el decir, que deja helada a cualquiera de las niñas de la clase cuando después de una broma les dedica una guiñada. Alegre, sabe hacerlas reír. También ayudar con un deber difícil. Juega en el equipo de fútbol, donde todas lo han visto, más de una vez, repetir la proeza de domar la cancha de un galope para besarla con sus goles. En su cuerpo adolescente, ya se insinúa el del hombre atlético y atractivo que va a llegar a ser. ¿La fantasía de cuál de ellos vuelve a una chica más deseable? A sus ojos, y a ojos de sus compañeros y compañeras.

    Elementos de esta pequeña historia juvenil están presentes en la vida adulta: no es lo mismo recibir la atención de alguien atractivo que de alguien repulsivo. El voto de sus fantasías no puede tener el mismo valor a la hora de elaborar el ranking.

    ¿Qué hacer entonces?

    Hay una respuesta sencilla. Aun así me llevó un par de semanas y unos cuantos ejemplares de mi periódico favorito encontrarla: para calcular el ranking, demos más peso a ser objeto de la fantasía de las personas que ocupan un lugar alto en el ranking.

    ¡Aparentemente paradójico! Porque para encontrar este orden parece que precisamos conocerlo de antemano.

    Sin embargo no hay tal paradoja. Ocurre lo mismo en muchos ejercicios de álgebra de la secundaria. La situación es incluso similar a la que enfrentamos cuando tenemos que escoger el valor de un comodín en un juego de cartas. Siempre se trata de hallar algo, en principio desconocido, que se adapte bien a las reglas del juego.

    Es así que nuestro problema tiene una solución, y podemos asegurar que este ranking de las fantasías realmente existe. Aunque nadie lo conozca completamente, ha quedado determinado por la descripción que acabamos de dar. Al punto de que si en cada instante pudiéramos saber con quién ha fantaseado cada persona del planeta, y además poner los datos en una computadora poderosísima, tendríamos la posibilidad de ver segundo a segundo nuestra posición en él. Pequeñas fluctuaciones asociadas con días o temporadas más o menos buenas, o malas. Una súbita subida misteriosa atribuible ... ¿a quién? Cada persona tiene su historia en el ranking. ¿Cómo serán? ¿Se parecerán? ¿Seremos tan deseados como creemos? ¿Menos? ¿Más? En relación con nuestros conocidos y amigos, ¿cómo estamos?

    El ranking  es un tanto misterioso, difícil de desentrañar por completo. Pero con un poco de paciencia uno puede llegar a establecer sin ningún tipo de ambigüedad algunas de sus propiedades. Por ejemplo, para progresar rápido en él hay que atraer la atención de personas deseables.

    Terminé toda esta especulación atravesando la explanada del Museo Reina Sofía, mientras me dirigía hacia la estación desde la calle de Santa Isabel. En ese momento caí en la cuenta de que la chica de Atocha ocupa un lugar alto en el ranking. Aunque no conozca con exactitud su verdadera posición, puedo estimarla. ¡Encuentro evidente que debe estar bastante arriba! Saberlo daba sentido a mi interés en ella, y a mi fantasía de despertar su fantasía de conocerme. La existencia del ranking  justificaba algo que sin razón aparente se había vuelto importante para mí en los últimos días.

    Fue así que tomé la decisión de dejar que la búsqueda de un mejor lugar en este ordenamiento guiara mis pasos.
  • Fuente: Extracto de "Matemáticamente, tenemos chance", Omar Gil, 2011, Editorial Fin de Siglo, Montevideo. ISBN  978-9974-49-523-4.

 

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