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El tilo
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  • Autor: César Aira
  • Texto:

    Algo debía de haber en las esencias del tilo, para que mi padre se aferrara a su auxilio todas las noches, durante tantos años. Y era muy evidente que lo necesitaba, porque no hubo hombre más nervioso que él. "Cables pelados", lo llamaba mi madre a sus espaldas, o "Lechervida", haciendo referencia a un personaje dibujado de una revista humorística. Porque además de nervioso era irascible en grado sumo, siempre al borde del estallido, un polvorín. Una palabra le bastaba, un gesto, y ya estaba gritando como un loco furioso. se necesitaba mucho menos que eso para que perdiera el control; sutilizaba las causas hasta la magia; el aleteo de una mariposa en el Japón le provocaba un ataque, en Pringles. Vivía en tensión, en carne viva, los ojos en llamas, los labios trémulos, las venas del cuello salidas hasta casi desprenderse, el cabello erizado, los miembros en perpetuo movimiento y el torso siempre volviéndose hacia un lado y otro como si adentro hubiera un animal al acecho de enemigos. Los enemigos de mi padre eran imaginarios, o habría que decir que su enemigo era el mundo; o, recurriendo al lugar común, que su peor enemigo era él mismo.

 

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