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Escrito por Alfonso Jesús Población Sáez |
Lunes 10 de Octubre de 2016 |
Los fieles seguidores de esta sección quizá recuerden que el pasado mes de abril dedicábamos una primera reseña a la aparición en el cine y la televisión de las reglas de Cálculo. Continuamos la tarea en esta ocasión, que probablemente no sea la última. Referenciábamos entonces la magnífica página Amigos de la Regla de Cálculo, en la que se puede encontrar prácticamente todo lo que se desee saber sobre esta herramienta. Su administrador, Jorge Fábregas, con el que me puse en contacto, me hizo llegar amablemente una serie de enlaces en los que se mencionan un montón de películas que van enviando a un foro los visitantes desde nada más y nada menos que el año 2006 (y he de confesar que ¡¡las tienen prácticamente todas!! Al menos todas las que yo comenté, y la mayor parte de las que voy a comentar ahora. De modo que, dejaré las que tenía pensadas, y añadiré otras que no conocía, y están en su foro, que me han parecido interesantes, mencionando por supuesto al remitente). En este foro no se conforman con indicar la película o adjuntar una imagen, sino que tratan de descubrir la nacionalidad y el modelo concreto de Regla de Cálculo que aparece, descubriendo en muchos casos si colocar esa en particular resulta un anacronismo dentro de la historia que describe la película o por el contrario se ajusta a la realidad. Hasta ese grado de precisión tratan de llegar. Es realmente espectacular algunos de los comentarios y consecuencias que deducen a partir de esos datos. Asimismo me ha parecido llamativo y creo que de interés, recalcar que son muchas las personas apasionadas en todo el mundo por las Reglas de Cálculo, al punto de que anualmente se celebran reuniones denominadas International Meeting of Slide Rules (IM, abreviadamente) que últimamente han extendido a otros instrumentos de Cálculo quedando en International Meeting of Slide Rules & Historical Calculating Instrument Collectors, la última de las cuales (la vigésimo segunda) ha tenido lugar el pasado mes de septiembre en Trento (Italia). Hay una sociedad de coleccionistas, The Oughtred Society (recuérdese que William Oughtred fue un ministro anglicano que se dedicó a las Matemáticas, la Astronomía, entre otras disciplinas, al que se atribuye la invención de la moderna regla de cálculo. Además fue el primero que empleó la letra griega π como símbolo matemático aunque fuera Euler quien popularizó posteriormente su uso. También se le atribuye el uso del signo "x" para la multiplicación y las abreviaturas sin y cos para las funciones trigonométricas seno y coseno, respectivamente), fundada en 1991 y cuyo fin esencial es el estudio y preservación de las reglas de cálculo y otros instrumentos de cálculo. A modo de curiosidad final, antes de meternos con el cine, el pasado día 30 de septiembre se celebró la Noche de los Investigadores. En el Museo de la Ciencia de Valladolid participé en una representación orientada a un público familiar, muchos niños entre los 298 asistentes. En un momento dado, mostré un ábaco, interpelando al público sobre qué era. Todo el mundo lo conocía, niños de seis y siete años incluidos (los que antes contestan, como todo el mundo sabe por experiencia). A continuación tomé una Faber Castell. Silencio. Como alguno decía tímidamente “una regla”, supongo que por las marcas de las divisiones, aclaré que no era una regla “normal” sacando para mostrarlo la reglilla. Tras unos segundos, alguien, ya curtido en canas, acertó a indicar qué era aquello. Esta sencilla anécdota nos muestra cómo la moda de realizar talleres y/o actividades extraescolares (en este caso con el ábaco, de cierta popularidad actualmente) redunda no sólo en activar en los niños el cálculo (en este caso de las operaciones elementales) sino en no dejar en el olvido un instrumento que históricamente (y en la actualidad aún en algunos países) tuvo su relevancia. No ocurre sin embargo lo mismo con la regla de cálculo (salvo para entusiastas compañeros que también los hay, pero minoritariamente) que seguiría siendo útil para continuar ejercitando el cálculo mental, e introducir el cálculo aproximado, las estimaciones, y por supuesto, los logaritmos (que para los alumnos que acceden en la actualidad a la facultad no son más que unas funciones con unas propiedades que manejan y se saben, pero cuyo origen y finalidad desconocen diría que prácticamente en el noventa por ciento de los casos). Por terminar la anécdota, después escuché unas cuantas risas al mostrar modelos de las primeras calculadoras de bolsillo y programables. Cada cual que saque sus propias conclusiones. Entre las películas que revisé el pasado y ya lejano verano estaba una película de dos actores que desde la infancia he tenido como referencia (fundamentalmente por sus películas, que disfrutaba de un modo especial: epopeyas y westerns). Años después, Heston vuelve a ser el capitán, en este caso de un submarino nuclear, en Alerta Roja: Neptuno hundido (Gray Lady Down, David Greene, EE. UU., 1978), película realizada en plena moda del cine de catástrofes, aunque en este caso contando una historia algo menos fantasiosa que las de esa época. Como consecuencia de la espesa niebla, un barco noruego choca con el USS Neptuno, que se hunde a gran profundidad. El peligro de implosión junto a los continuos desprendimientos de tierra del lecho en el que ha caído complican extraordinariamente el rescate. Y claro hay muchas escenas en las cabinas de mando de los diversos buques. El compás y los mapas son los elementos que más aparecen, aunque tampoco faltan las reglas de cálculo. En la primera imagen, una circular (Mal vemos a Chuck entrando en la cabina y un ingeniero con ella; la luz es escasa por la emergencia), mientras en la segunda aparece la clásica (¿Les suena por cierto el actor que la maneja en su debut cinematográfico y justo antes de interpretar a un súper héroe que le haría muy popular?). Volviendo a los actores de la primera película, tampoco Gary Cooper le ha hecho ascos al manejo de esta herramienta.
Pero no sólo en el cine clásico tenemos a nuestro querido instrumento. Claro que los galanes más cercanos en el tiempo, no parecen manejarse demasiado bien con él. Quizá estén más pendientes de otras cosas,...., o que no llegan. Además para eso están los demás. Una gran tormenta se abate sobre un aeropuerto. Para colmo, unos renegados militares se hacen con el control total y sabotean las pistas de aterrizaje (que dejan completamente a oscuras desde una iglesia que han ocupado). Su intención es conseguir un avión con el que trasladar a un antiguo general centroamericano y traficante de droga a un país en el que no haya extradición con los norteamericanos. Bajando de nuevo a las profundidades, roger, uno de los blogueros de la página de ARC, propone dos títulos, muy diferentes en cuanto a calidad cinematográfica (que cada cual decida cual es cuál): El submarino (Das Boot, Wolfgang Petersen, Alemania, 1981), y K – 19 (K-19: The Widowmaker, Kathryn Bigelow, EE. UU., 2002). En ambos fotogramas podemos ver la regla de cálculo como parte imprescindible en las tareas de navegación. Además de navegación aérea y marina, muchas pizarras de películas norteamericanas exhiben una gran regla de cálculo. Jorge, administrador de la página de ARC (alias jfz62) nos recuerda dos ejemplos: El club de los poetas muertos (Dead Poets Society, Peter Weir, EE. UU., 1989), en la que aparece un cachito detrás del profesor de matemáticas (presentado como un impresentable hueso; ¡¡qué maniquea y tramposa me sigue pareciendo esta película a pesar de su éxito popular y de su notable interpretación y puesta en escena!!), y Un tipo serio (A Serious Man, Joel y Ethan Coen, EE. UU., 2009). Y llegado este punto, quizá a algún lector le surja la pregunta. ¿Fuera de países anglosajones mayoritariamente (aunque en la reseña anterior vimos un ejemplo japonés y aquí uno alemán), no aparecen? Sin eufemismos, ¿y en España? Volveremos seguramente en otra ocasión más adelante al tema de las reglas de cálculo, quizá en el cine de animación, que hay bastantes ejemplos. Por el momento, ya tenéis una cosa más en la que fijaros cuando vayáis al cine, o veáis una película: además de matemáticas, instrumentos de cálculo (ábacos, reglas de cálculo, calculadoras, ordenadores, etc.), y averiguar si están correctamente incorporados a la escena o si pasa como con los famosos relojes automáticos en las películas medievales o el de la imagen de Rodolfo Valentino en El hijo del Caid (The Son of the Sheik, George Fitzmaurice, EE. UU., 1926). |
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