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El misterio de la joya del Sistema Solar
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El Correo, 11 de Julio de 2004
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Ciencia y Tecnología
JULIO ARRIETA Descubiertos en 1610 por Galileo Galilei, los anillos de Saturno siguen siendo una fuente inagotable de incógnitas para los científicos

Hasta la NASA lo afirma en una de sus páginas web. Saturno es el planeta más bonito. Conocido como la joya del Sistema Solar, este mundo, el sexto contando a partir del Sol, es un gigante de gas de una masa 95 veces mayor que la de la Tierra. Cubierto de nubes repartidas en franjas menos destacadas que las de Júpiter, refleja la luz del Sol con un característico tono ámbar. Son muchos los rasgos asombrosos de Saturno, pero lo que lo convierten en algo especial son sus bellísimos anillos.

Todos los grandes planetas exteriores tienen este tipo de discos. Júpiter está rodeado por uno muy tenue, dividido en tres franjas. Urano posee once y por lo menos son cuatro las estructuras anulares que adornan la estampa de Neptuno. Pero los anillos de Saturno convierten a los de los demás mundos gaseosos en una minucia astronómica. Saturno está rodeado en su ecuador por un desproporcionado sistema de anillos, de una anchura superior a los 282.000 kilómetros y de un grosor que apenas alcanza el kilómetro. Forman un espectáculo admirable incluso a través del más humilde de los telescopios.

La semana pasada, la sonda ‘Cassini’ atravesó este paisaje de ensueño cósmico por la división que separa el anillo F del G. El estudio de los anillos es uno de los objetivos prioritarios de la misión ‘Cassini-Huygens’, proyecto conjunto de la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Italiana. No se trata de obtener las mejores vistas del Sistema Solar, sino de intentar aclarar un enigma que lleva sin resolver desde 1610.

Galileo Galilei fue el autor del primer texto sobre los anillos de Saturno, a los que llamó «orejas» por el aspecto que ofrecían a través del ocular de su catalejo. La baja calidad óptica de su telescopio impedía distinguirlos con claridad, por lo que el genio italiano anotó sus impresiones a medida que la imagen borrosa variaba de una noche a otra. A veces el planeta parecía tener asas. En otras ocasiones, aparentaba estar flanqueado por dos grandes satélites.

Y lo más desconcertante: ¡había noches en las que no se veía nada! Fue Christiaan Huygens quien sugirió, en 1655, que todas aquellas imágenes desconcertantes respondían a un mismo fenómeno:
Saturno estaba rodeado por un fino anillo que él supuso formado por una capa de materia contínua.

Veinte años más tarde, Jean Dominique Cassini observó una banda oscura que dividía el supuesto disco contínuo en dos discos separados. La idea del anillo único empezó a resquebrajarse. De hecho, Laplace apuntó, a finales del siglo XVIII, que precisamente eso es lo que le pasaría a aquel supuesto mundo anillo que rodeaba al planeta, al estar sometido a dos fuerzas opuestas, la gravedad del planeta y la centrífuga causada por su rotación. Propuso como solución que Saturno poseía varios anillos delgados, pero contínuos.

Hielo y rocas

La visión moderna y acertada de los anillos de Saturno se debe a James Clerk Maxwell, que obtuvo el premio Adams de la Universidad de Cambridge con una demostración matemática que indicaba que los discos debían estar compuestos por numerosos objetos pequeños, con órbitas independientes entre sí.

En efecto, los anillos de Saturno son estructuras muy complejas. Como comprobaron las sondas ‘Pioneer 11’, ‘Voyager 1’ y ‘Voyager 2’, están formados por bloques de hielo y de rocas de un tamaño que oscila entre el de un grano de arena y el de una casa. Todos giran alrededor de Saturno en el mismo sentido que lo hace el planeta, cada uno a su velocidad, siendo más rápidos cuanto más próximos están a la atmósfera del mundo gigante. Se reparten en siete grandes franjas -denominadas de la A a G en el orden en que fueron descubiertas-, separadas por divisiones en las que la densidad de bloques se reduce al mínimo. La más grande de estas separaciones, de 4.700 kilómetros de anchura lleva el nombre de su descubridor, Cassini. Cada franja se subdivide a su vez en cientos de anillos que recuerdan a los surcos de un disco fonográfico.

Esta regularidad es aparente. Los astrofísicos se quedaron perplejos cuando, gracias a las sondas, descubrieron que estos anillos presentaban todo tipo de irregularidades, incluyendo desconcertantes cambios de anchura, estrías y nudos. Estas distorsiones se deben sobre todo a efectos de marea causados por la gravedad de los grandes satélites de Saturno, el mayor de los cuales, Titán, es de un tamaño superior a Mercurio. Los científicos se vieron sorprendidos al descubrir que algunas de las lunas del planeta ejercían el papel de pastoras con anillos enteros. Así, el curioso baile orbital que mantienen los satélites Pandora y Prometeo a ambos lados del estrecho anillo F parece ser la causa que determina la forma del mismo y su separación del siguiente anillo.

Los astrónomos ignoran cómo y cuando se formaron los anillos de Saturno. Se han propuesto numerosas hipótesis. Algunos remontan su origen al del propio planeta y proponen que se crearon a partir de la gran nube de gas que dio lugar a éste y a sus satélites. Se ha propuesto también que se formaron a partir de la fragmentación de una o varias lunas. Otra teoría defiende que se trata de los restos de varios cometas capturados por la gravedad del planeta hace ‘sólo’ unos centenares de millones de años.

Todas estas incógnitas son la causa de que en estos momentos los astrónomos se froten las manos, a la espera de la lluvia de datos que supondrá el vuelo de la ‘Cassini’, que rondará el planeta más bonito durante los próximos cuatro años.


Anillos de película

Un paisaje tan sugerente como el de los anillos de Saturno ha inspirado numerosos relatos de ciencia ficción.
Sin embargo, la dificultad de reproducir estos discos de una forma creíble es la causa de que el cine de este género se haya inhibido a la hora de retratarlos en pantalla. Así, el Saturno de la novela ‘2001’, de Arthur C.
Clarke, se transformó en un Júpiter sin anillos en la versión fílmica del relato, pues Stanley Kubrick no dio por buenas las tomas realizadas con el primer planeta por el operador Douglas Trumbull.
Sin embargo, este cineasta fue capaz de reproducir los anillos con acierto en su película ‘Silent Running’ (1972), un relato ecologista ambientado en las cercanías de Saturno. El especialista en musicales Stanley Donen aceptó el reto y reflejó unos curiosos anillos acuosos en la olvidada ‘Saturno 3’ (1980), película ambientada en Titán. Gracias a la tecnología digital, George Lucas se apropió de lo anillos de Saturno y se los adjudicó al planeta Geonosis en ‘Episodio II’, para ambientar allí una magnífica persecución espacial.

 

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