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El botijo
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El Correo, 15 de Febrero de 2004
DE CUANDO EN CUANDO
CIUDADANOS
OLMO Los lectores veteranos lo recordarán, sin duda. Y observen ustedes que he dicho lectores y no he añadido lectoras ni he usado la fórmula inflagaitas de lectores/as, porque entiendo que en el uso tradicional y coloquial del idioma castellano al decir lectores se sobreentiende que están incluidos los del género masculino y los del femenino, sin distinción ni preferencias y sin necesidad de usar tiquismiquis gramaticales.

Pero volvamos al tema de mi comentario de hoy para traer a los lectores veteranos el recuerdo de aquel heraldo veraniego que recorría nuestras calles con su borriquito ofreciendo la mercancía con su popular pregón: «¡Botiiii...jos finos!». Me refiero al popular botijero y a su simpático borrico, que llevaba en los lomos una especie de abultadas alforjas en forma de red, rellenas de paja. Servían de colchón a un surtido de botijos de diferentes formas, tamaños y precios.

Eran tiempos en los que no había frigoríficos y en los hogares existía el sucedáneo de la fresquera, que en el diccionario se define en género masculino como «especie de jaula que se colocaba en sitio ventilado para conservar frescos algunos líquidos o comestibles». En aquellos hogares además de la fresquera era también habitual la presencia del clásico y popular botijo, donde en verano se mantenía el agua con una temperatura, si no refrescante, al menos no tan calurosa como la ambiental.

Y hablando de este popular recipiente, quiero citar aquí un simpático y original museo, el del botijo que existe en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes, donde se exhibe la mejor colección del mundo con 2.500 piezas históricas y artísticas (figura incluso en el libro Guinnes) de distintas épocas y alfarerías.

Pero lo que me ha sorprendido no es saber que existe un museo del botijo, sino enterarme de que su forma no se debe al capricho de los alfareros. La forma del botijo tiene su misterio y su secreto. Sesudos científicos, expertos en termodinámica, en álgebra y en trigonometría han analizado las características de este recipiente tan popular y, después de complicados estudios matemáticos, térmicos y geométricos, han encontrado la fórmula del botijo. Mañana se la explico, no se me vayan.

 

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