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GORBEA
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DEIA, 29 de Octubre de 2004
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El papel de la memoria
Angel Martínez Salazar EL DÍA 29 de abril de 2004, la localidad chilena de Gorbea cumplía cien años de vida. Ubicada al sur de Temuco, capital de la Araucania, se encuentra junto a la carretera longitudinal, que recorre el país de norte a sur. Su origen está vinculado a la extensión del ferrocarril, a comienzos del siglo XX. El nacimiento de los pueblos en la región se debió a tres fenómenos: la erección de fortines militares, en el avance de la ocupación; llegada de nuevos colonos, que contribuyeron a la formación de villas; y, a la construcción de la línea del tren, que originó varios establecimientos, luego convertidos en pueblos alrededor de las estaciones. Un ejemplo de esto último es el origen de Gorbea, que nace producto de la construcción del tramo ferroviario que comenzaba a tenderse de Pitrufquén a Antilhue, en 1898, donde se van tejiendo diversos núcleos que albergan poblados, que si bien son pequeños, constituyen un punto de avance en La Frontera.
Alrededor de 1887 era un modesto caserío, donde esforzados obreros procedían a la instalación de la línea férrea, talando y rozando la tupida selva que, en casi su totalidad, cubría la región. Alrededor del lugar que ocupaba la vieja Estación, se levantaron ranchos: unos para albergue de los obreros, otros para habitación de los recién llegados, y también como almacenes de los primeros comerciantes. Había además una población indígena, formada por las familias Colimil, Inalaf, Millamán, y del cacique Manquilef, entre otras. El ingeniero Cristian Cornely, mientras trabaja en la colonia "Nueva Transvaal" para inmigrantes bóers, deslinda el pueblo y levanta el primer plano en el mes de septiembre 1903, fecha que coincide con el arribo de vecinos procedentes de Pitrufquén. Se le denominó Gorbea en honor al matemático vasco, profesor del Instituto Nacional, creador del Cuerpo de Ingenieros Civiles y decano de la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la universidad de Chile, Andrés Antonio de Gorbea (1792-1852). Este hombre de ciencias, de la primera mitad del siglo XIX, había nacido en la ciudad de Orduña. Llegó contratado a la flamante república en 1826, y se distinguió por el impulso que dio a las aplicaciones de las Matemáticas a la Ingeniería geográfica y civil. Su apellido, de origen toponímico, tomó carta de naturaleza en aquellas tierras americanas.

 

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