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Aprender de la telebasura
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El Correo, 22 de Octubre de 2004
ARTÍCULOS
OPINIÓN
MIREN OLABARRI/GUIONISTA Y DIRECTORA DEL PROGRAMA JUVENIL ,IKUSGELA, Para empezar, quiero plantear dos ideas: la primera es que, aunque soy directora de un programa de televisión juvenil y educativo, tengo serias dudas sobre la eficacia de la televisión en la educación. La segunda, como profesional de los medios de comunicación, no utilizaría el término ,telebasura, con la ligereza con la que algunos lo hacen para calificar a gran parte de la programación televisiva.

Busco en el diccionario ,educar, y encuentro: ,Desarrollar y perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven, desarrollar la fuerza física, afinar los sentidos», y me reafirmo en mi duda sobre la eficacia de la televisión en la educación. Busco ,estimular, y encuentro: «Incitar con viveza a la ejecución de una cosa o avivar una actividad».

A los profesionales de la televisión se nos supone ingeniosos. Admitamos por un momento que lo somos y que en este momento nos encontramos en ,stand by,, fingiendo nuevas fórmulas para alargar la vida de ese fenómeno exitoso que es la telerrealidad.

Hay quien asegura que el término telebasura corresponde a una forma de hacer televisión caracterizada por el morbo. Es cierto que en televisión cualquier elemento es válido para atraer a la audiencia. Pero la telebasura tampoco ha inventado nada, o muy poco. El gusto por el sensacionalismo y el morbo viene de muy atrás. Los nobles de la Edad Media se reían de bufones y enanos. Recordemos la Inquisición, por ejemplo: primero tortura, después sentencia y comienza la publicidad. Semanas antes se anunciaba desde el púlpito de la iglesia y el pueblo permanecía expectante.

La televisión introduce en nuestros hogares todo tipo de valores, es un gran supermercado de valores morales, estéticos, vitales, útiles, intelectuales, de forma que el padre de familia heterosexual llega a entender al homosexual que a su vez comprende los sufrimientos del rico que se solidariza con los niños del Tercer Mundo que son adoptados por familias occidentales y que un día darán su testimonio en un programa barato de sobremesa. Mirándolo así, la televisión es un ejemplo de tolerancia y diversidad. ¿Pero lo simplifica y unifica todo! Reduce la expresión a su forma más breve, más sencilla y consigue producir el mismo efecto en la mayoría de telespectadores.

Lope de Vega decía: «Si el pueblo es necio, hay que hablarle en necio para darle gusto». En el siglo XVII, el 99 % de la población era analfabeta pero, hoy en día, incluso los políticos simplifican el mensaje y llegan a todas las capas sociales. Los más astutos han aprendido la lección y consiguen que la política nos llegue a muchos. ¿Cómo? Haciendo ,show,. Nos hacen un ,reality, para las cámaras. Los debates parlamentarios, insultantes y descalificadores, aparecen en nuestros hogares como el más patético de los ,reality shows,. Pero, a pesar de ello, sin televisión difícilmente habría democracia. Sólo el ,show, televisivo consigue que los que no leen la Prensa sigan un debate sobre el estado de la nación. Es una de la utilidades de la telebasura.

Divertirse o evadirse con la televisión no es un delito. La telebasura tiene una sintaxis a ritmo de ,show,. La televisión que podríamos llamar ,limpia, suele utilizar una sintaxis más aburrida no adaptada al ritmo televisivo.

Estoy de acuerdo con Gustavo Bueno, filósofo y catedrático emérito de la Universidad de Oviedo, cuando dice que la telebasura es precisamente esa televisión mal vista pero muy vista. Entiendo por ,mal vista, vista sin mirada crítica. Cuántas veces un padre o una madre le dicen a su hijo: ,A ver, hijo, has visto mierda, vamos a hablar de ella...,.

Si la televisión es un medio fácil de ver, los llamados programas basura proliferan porque son aún más fáciles de contemplar. Están diseñados para la contemplación y no parecen tener fecha de caducidad. A lo largo del siglo XIX se debatía sobre si el Universo era finito o infinito. Ahora lo sabemos. La pregunta es si la TV basura es infinita o se agotará por aburrimiento o por indigestión. O tal vez demos un giro tan inteligente que acabemos rindiendo homenaje a toda una época. Un homenaje a la telebasura para acabar con ella. Claro que ¿si acabamos con ella y luego llega algo peor?

Mientras tanto, los espectadores esperamos expectantes que la nueva copia de formato cuente algo diferente. Éste es el puro mensaje televisivo, la expectación. Permanecemos tumbados, sentados, comiendo, cenando en el sofá. ¿Cuántos sofás? ¿5.000 sofás mirando eso que se llama telebasura? Podríamos contar también cuántos días de educación infructuosa hemos recibido a lo largo de nuestra etapa escolar. ¿Nos cargaríamos la educación por ello?

¿De pronto parece que, en lugar de la escuela o la familia, la que nos tiene que educar es la TV! ¿La televisión educativa! La televisión es un medio de fácil absorción para el espectador, mientras que la cultura requiere un esfuerzo. Por tanto, la TV nunca podrá ni siquiera aproximarse a la educación. Pero, ¿qué pasa con la estimulación? Los ingeniosos de la tele deberíamos reflexionar sobre si hay algo estimulante en la telebasura que debamos reciclar.

La telebasura se caracteriza por una gran emisión, un gran formato, importante, cuidado, pero su contenido es pequeño, insignificante, frívolo. La televisión que podríamos llamar limpia, suele tener una emisión más modesta y un contenido excesivo. ¿Qué pasaría si equilibráramos la emisión y el contenido?

Teniendo en cuenta que los jóvenes quieren y están acostumbrados a ver una programación de fácil absorción, que no requiere esfuerzo para seguirla, podríamos pensar que la ciencia, o mejor las matemáticas, son temas intratables en televisión. ¿Por qué? ¿Tal vez porque el comunicador de matemáticas en televisión resulta aburrido? ¿Tal vez porque el profesional de las matemáticas pretende enseñar demasiado en un programa de televisión?

Pensemos por un momento en un programa de educación sexual. También deberíamos encontrar el equilibrio entre el contenido y la forma. Tenemos un contenido delicado pero atractivo para los jóvenes y debemos utilizar una forma de comunicación capaz de tratar el contenido sin herir sensibilidades. No podemos ser explícitos, el objetivo no es hacer que los jóvenes se conviertan en expertos amantes ni en acróbatas del sexo, sino ¿estimularles hacia un sexo seguro, placentero y divertido!

Con las matemáticas nos encontramos ante el caso opuesto a la sexualidad. Tenemos un contenido árido (las matemáticas) pero vamos a utilizar una forma atractiva. ¿Qué nos puede contar la gente de la calle ante una cámara de TV sobre qué entiende por logaritmo? O sobre la gravedad. O sobre qué es el número pi. Si preguntáramos esto en la calle se produciría el fenómeno de identificación con la emisión. Volveríamos al ,reality,: la realidad es que la mayoría no sabemos qué es pi o para qué sirve un logaritmo.

Cojamos el formato de la televisión fácil, plantemos a continuación a un joven profesor chiflado por las matemáticas y los temas científicos explicándonos con expectación, emoción y claridad qué es pi. La televisión nunca se encargará del conocimiento, pero puede encargarse de algo más accesible y más importante, como es la ilusión por conocer, porque para eso sí está capacitada, para abrir esas ventanas que durante la etapa de aprendizaje marcaban la diferencia entre ,no lo entiendo, y ,lo acabo de entender,.


La telebasura es divertida para el espectador porque los profesionales que hacen telebasura la hacen bien. Porque ponen ilusión y energía en contar bien lo que cuentan y crean expectación. Conseguido el equilibrio entre contenido y forma capaz de mantener a nuestros jóvenes atentos a las nuevas propuestas de televisión, habremos conseguido abrir muchas ventanas.

 

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