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Libras, chelines y peniques
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Escrito por Marta Macho Stadler   
Jueves 16 de Octubre de 2014

640px-Oscar_Wilde_portraitEl escritor Oscar Wilde (1854-1900) cumpliría hoy 160 años.

Uno de sus cuentos es El crimen de lord Arthur Saville, en el que un quiromántico descubre –leyendo las líneas de su mano– que el aristócrata Saville es un asesino. Lord Arthur intenta cometer el crimen antes de su boda, para evitar a su futura esposa posteriores sufrimientos…

Debajo se incluye un extracto del capítulo V, en el que se puede deducir la relación entre libras y chelines, realizando un sencillo cálculo:

– Los relojes de explosión –dijo Herr Winckelkopf– no son buenos artículos para exportar, ni aun consiguien­do hacerlos pasar por la aduana. El servicio de trenes es tan irregular que, por regla general, estallan antes de llegar a su destino. A pesar de ello, si necesita usted uno de esos aparatos para uso doméstico, puedo proporcionarle un ar­tículo excelente, garantizándole que ha de quedar satisfe­cho del resultado. ¿Puedo preguntarle para qué fin piensa usted destinarlo? Si es para la policía o para alguien rela­cionado con Scotland Yard, lo sentiré muchísimo, pero no puedo hacer nada por usted. Los detectives ingleses son realmente nuestros mejores amigos y he comprobado siempre que, teniendo en cuenta su estupidez, podemos hacer todo cuanto se nos antoja. No quisiera tocar ni un pelo de sus cabezas.

– Le aseguro –replicó lord Arthur– que esto no tiene nada que ver con la policía. Para que usted lo sepa: el me­canismo de relojería está destinado al deán de Chichester.

–¡Caramba! No podía yo imaginarme ni por lo más remoto que fuese usted tan exaltado en materia re­ligiosa, lord Arthur. Los jóvenes de hoy no se apasionan por eso.

– Creo que me alaba usted demasiado, Herr Winc­kelkopf –dijo lord Arthur ruborizándose–. El hecho es que soy un completo ignorante en teología.

– ¿Se trata entonces de un asunto meramente per­sonal?

– Exclusivamente personal.

Herr Winckelkopf se encogió de hombros y salió de la habitación. Unos minutos después reaparecía con un cartucho redondo de dinamita, del tamaño de un peni­que, y un precioso reloj francés, rematado por una figurita en bronce dorado de la Libertad aplastando a la hidra del despotismo.

El semblante de lord Arthur se iluminó de alegría al verlo.

– Esto es precisamente lo que necesito. Y ahora dí­game usted cómo estalla.

– ¡Ah, ése es mi secreto! –respondió Herr Win­ckelkopf contemplando su invento con una justa mira­da de orgullo–. Dígame usted únicamente cuándo desea que estalle y regularé el mecanismo para el momento indicado.

– Bueno; hoy es martes y si puede usted mandárme­lo en seguida…

– Imposible. Tengo una infinidad de encargos; entre otros, un trabajo importantísimo para unos ami­gos de Moscú. Pero, a pesar de todo, se lo mandaré mañana.

– ¡Oh! Llegará todavía a tiempo –dijo lord Arthur cortésmente– si queda entregado mañana por la noche o el jueves por la mañana. En cuanto al momento de la ex­plosión, fijémoslo para el viernes a mediodía en punto. A esa hora el deán está siempre en su casa.

– ¿El viernes a mediodía? –repitió Herr Winckel­kopf.

Y tomó nota en un gran registro abierto sobre una mesa, al lado de la chimenea.

–Y ahora –dijo lord Arthur levantándose– haga el favor de decirme cuánto le debo.

– Muy poca cosa, lord Arthur; se lo voy a poner al precio de coste. La dinamita vale siete chelines con seis peniques; la maquinaria de relojería, tres libras diez cheli­nes, y el porte, unos cinco chelines. Me complace sobremanera poder servir a un amigo del conde de Ruvaloff…

– Pero, ¿y sus molestias, Herr Winckelkopf?

– ¡Oh, nada! Tengo un verdadero placer en ello. No trabajo por el dinero, vivo exclusivamente para mi arte. Lord Arthur puso cuatro libras, dos chelines y seis peniques sobre la mesa, dio las gracias al pequeño alemán por su amabilidad y, rehusando lo mejor que pudo una in­vitación para entrevistarse con varios anarquistas en un té-merienda el sábado siguiente, salió de casa de Herr Winckelkopf y se fue al parque.

Según lo que dice Herr Winckel­kopf, los costes del peculiar encargo de lors Arthur son –denotamos por P los peniques, C los chelines y L las libras–:

Total a pagar = (7C+6P) + (3L+10C) + 5C = 3L+22C+6P.

Lord Arthur deja sobre la mesa:

Pagado = 4L+2C+6P.

Igualando ambos, 3L+22C+6P = 4L+2C+6P, con lo que 1L=20C, que es efectivamente la subdivisión de libras en chelines de aquella época. Aunque por el texto no se puede deducir, un chelín equivalía a 12 peniques, es decir, una libra equivalía a 240 peniques…

Artículo publicado en el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología (ZTF-FCT) de la Universidad del País Vasco ztfnews.wordpress.com

 

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