El Papa sabio del año 1000. Gerbert d'Orlhac, Silvestre II, conoció la cultura árabe en las traducciones realizadas en Barcelona y Ripoll
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La Vanguardia, 13 de Agosto de 2000
2. GERBERT D,ORLHAC (SILVESTRE II)
CATALUÑA HACE 1.000 AÑOS
JOSEP MARIA SORIA

Un monje occitano, nacido de una humilde familia de pastores en torno al 945, se convirtió de forma inusual en el papa Silvestre II y le tocó en suerte vivir el tránsito del año 1000. Pero Gerbert d,Orlhac no pasó a la historia por ese hecho nimio y casual, sino por que fue una destacada figura intelectual y por su enorme capacidad de seducción entre los poderosos europeos, de forma que "todos lo querían como secretario", según el historiador Antoni Pladevall.

Precisamente, el conde Borrell II de Barcelona fue el primer fascinado con las dotes de inteligencia del entonces joven monje (967). El noble logró que Gerbert se instalara en Ripoll. En sus visitas a Barcelona, trabó amistad con el arcediano de la catedral, Sunifred Llobet, traductor de textos del árabe, con cuya cultura contactó y que constituiría, con los años, su fundamental bagaje intelectual. El conde Borrell II, que fue el que inició la independencia respecto a los reyes francos, visitó en tres ocasiones Córdoba, de donde se trajo libros que hizo traducir. Y la encomienda a Gerbert d'Orlhac fue la de aprender aritmética arábiga, geometría, astronomía y música, las cuatro ramas del "quadrivium". Entonces, Europa vivía de espaldas al saber; las ciencias y la literatura árabes eran hegemónicos, con Córdoba en su cenit.

En la rica biblioteca de Ripoll, Gerbert se abandona a su gran pasión, los libros, y se inicia en el aprendizaje, lo que le convertirá en el "Leibniz del siglo X". Pero todo cambia a partir de un viaje a Roma (970) del conde Borrell II y el obispo Ató para pedir al Papa la restauración provisional, en Vic, de la antigua sede episcopal de Tarragona en poder árabe, con el fin de seguir desmarcándose de los francos. Las iglesias y monasterios catalanes dependían de la diócesis de Narbona. Gerbert, que acompañó al conde y al obispo, sedujo, al decir de los historiadores, al papa Juan XIII. El pontífice accedió a las peticiones catalanas pero a cambio se quedó con el monje. Por cierto que en ese viaje fue asesinado en Roma, en circunstancias nunca aclaradas, el obispo Ató. Según Ramon d'Abadal, no sería descabellado pensar que fue una muerte con precio que habría sufragado la sede de Narbona. A partir de ahí Gerbert comienza una fulgurante carrera, Roma, Bobbio, Reims y Ravenna, de donde será obispo y arzobispo, amigo del emperador Otón II, y consejero de Otón III, quien le impulsará hasta el pontificado, durante el cual tendrá un importante papel en la evangelización de Polonia y de Hungría.

El número cero

Gerbert era un hombre de fe, pero no un místico. Un avanzado a su tiempo que le hacía exclamar que "la divinidad nos ha hecho un regalo considerable a los hombres dándonos la fe y no negándonos la ciencia". Gerbert era un hombre de ciencia pero, sobre todo, un pedagogo de instinto y de convicción: "Enseñamos lo que sabemos y aprendemos lo que ignoramos. La victoria del discípulo es la gloria del maestro", escribe.

Fue el introductor del número cero en Europa, para algunos la mayor revolución del milenio, y de un nocturnolabio, predecesor del astrolabio. Gerbert se hizo construir un ábaco para enseñar matemáticas y con el que multiplicaba y dividía con una gran rapidez, para asombro de quienes le rodeaban.

Como todo gran personaje, también tiene su leyenda negra. Sus ignorantes detractores, en Roma, atribuían sus conocimientos científicos a contactos con la magia, porque pasaba muchas noches observando las estrellas. Pero Roma y los pontificados eran, entonces, un avispero en el que los asesinatos, los envenenamientos y las muertes de los papas en manos de sus adversarios eran corrientes. El sabio Gerbert no era de este mundo, el de la papisa Juana, muerta por la multitud tras quedar embarazada y demostrarse que era una mujer, o de Benedicto VI, que murió estrangulado por su pretendido sucesor, o de Juan XII, muerto en la cama de una bella romana, llamada Stefanetta. A la aptitud científica, Gerbert unía una noble ambición política junto con el emperador Otón III: refundar el imperio romano. Pero una rebelión de la nobleza romana, encabezada por los Creszenci a los que estaban enfrentados, les obligó a huir en el 1001, muriendo ambos poco después.

Enterrado en San Juan de Letrán, la leyenda de su magia se ha conservado durante diez siglos y dice que su tumba, en una hornacina de la parte derecha de la basílica, "suda" cuando un Papa está a punto de morir. Gerbert d'Orlhac había nacido, ya se ha dicho, en Aquitania. Nunca se consideró franco, aunque algunos historiadores le califiquen como "el primer papa francés" . Estando en Reims, escribió: "Me siento expatriado en la Galia", y en otra ocasión evocó a "un amigo muy próximo, originario de Francia". Fue un occitano singular que se expresaba en esa lengua y en latín, y siempre mantuvo un gran recuerdo de Vic y Ripoll. Durante su corto pontificado intervino en la reforma del monasterio de Sant Benet de Bages y otorgó privilegios a Sant Cugat del Vallès.

El esplendor de la cultura árabe

El califato de Córdoba vive en el siglo X el momento de mayor esplendor, también en lo que se refiere a las artes y a las ciencias. Mientras se inicia la tercera ampliación de la mezquita (987), con la incorporación de dos y hasta tres superposiciones de arcos, la capital del califato veía publicarse el libro "Los defectos del habla del vulgo", de Al Zubaydí, en defensa de la lengua literaria. Al Zahrami, por su parte, edita "El saber médico, puesto a disposición del que no ha podido reunirlo", una enciclopedia que habla sobre la cauterización y la cirugía y en la que se describen numerosas drogas terapéuticas y su preparación por sublimación y destilación. Su coetáneo, el tocólogo Al Qurtubi, firma un tratado sobre el embarazo.

También el astrónomo y matemático Al Magriti publica numerosas obras, entre ellas la adaptación de las tablas de Al Juarismi -de quien procede el algoritmo- al meridiano de Córdoba, una traducción del "Planisferio de Ptolomeo" y un tratado matemático sobre la construcción de astrolabios, esfera armilar para las mediciones astronómicas que todavía se usa.

El primer biógrafo de Gerbert d'Orlhac, su coetáneo Richer de Saint-Rémy, describe el ábaco que aquel sabio hizo construir para enseñar las matemáticas árabes. "Estaba dividido en su longitud en 27 partes. Dispuso nueve cifras que representaban los números. Fabricó también mil fichas de cuerno que tenían grabadas aquellas cifras. Cuando las desplazaba por los 27 compartimentos del ábaco, indicaban la multiplicación y la división de los números."

 
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