Adolescentes y pi
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El Mundo, 6 de Diciembre de 2001
LOS PLACERES Y LOS DIAS
ULTIMA
FRANCISCO UMBRAL Según una información de ayer los estudiantes españoles y adolescentes están entre los que menos saben del mundo desarrollado. Recuerdo que antañazo los ignorantes, los no estudiosos, los camastrones eran una minoría maldita que acababa yéndose a tirar piedras al río, que venía muy crecido. Los demás, los normalillos, nos lo estudiábamos todo, desde la pila de Volta hasta el número pi, tres catorce dieciséis, etc.

¿Por qué cuando hemos mejorado tanto en lo social y lo político, vamos hacia atrás en lo cultural y lo educativo? Uno no cree que esto se deba solamente a las leyes de enseñanza, mejores o peores, sino a los artefactos. Los artefactos, entendiendo por tales desde el ordenador hasta el teléfono móvil, nos dan las cosas resueltas. Ya ni en los Bancos tienen que saber de cuentas, pues las cuentas se las hace la máquina, con lo que queda el cerebro libre para imaginar nuevas formas de crédito e hipoteca y seguir arruinando a todo el que ha pedido unas pesetas para comprarse un chalet adosado. Así, frente a la ignorancia de los números se levanta el mármol de los Bancos, que tienen máquinas de hacerse ricos y no necesitan ocupar su cerebro con el incógnito número pi. Pero es que en las ciencias y en las letras nuestros adolescentes también van muy bajos con respecto de los otros países de la prosperidad.

Me he molestado en visitar todas las cuencas hidráulicas de España, naturales o artificiales, y ya no se ve en ellas un solo zagal tirando piedras al río, pescando truchas o bañándose en calzoncillos. Ahora que han quedado libres del tormento matemático se levantan tarde, piden dinero a su primera, segunda o tercera madre, la que sea, y se van a la disco a escuchar country, beber coca con aspirinas y ligar al gremio femenino, que, según las últimas costumbres, a una chica ya no le basta con sacar un novio, sino que necesita cinco y sale con todos a la vez. Es la única manera de iniciarse en los misterios del amor.

La democracia, que aporta tantos bienes, nos ha aportado el mal de una juventud que no estudia porque no lo necesita. Las máquinas estudian por ella. Tampoco aprenden Historia, porque no creen que la Historia sea verdad, y tienen razón, sobre todo cuando la escriben los historiadores. La ciencia es cosa de los científicos y la literatura hoy se llama Internet. Todos son escritores y lectores gracias al cacharro de Internet, que sirve para contar la historia de Colón añadiéndole cien carabelas, que hace más bonito, y sirve para escribir cartas noveladas a la corresponsal canadiense, que nunca se va a enterar de que las cartas son de don Gregorio Marañón y las saca otro sabio, Marino Gómez-Santos, en un libro. No nos quejemos de que los chicos no estudian porque nosotros les hemos dado todas las facilidades para no estudiar. Ni siquiera tienen que aprender a jugar al fútbol, que era la asignatura del recreo, porque ahora juega Rivaldo admirablemente mientras nosotros nos bebemos la litrona y nos comemos la pataqueta. No hay leyes universitarias que valgan ni es cierto que la juventud no estudie nada, sino que estudia otras cosas, como el karaoke y los concursos de Sobera. No ha muerto el ser humano. Sólo han muerto las Humanidades.

 
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