Gladiador no quiere ser Gladiator (Mayo 2006)
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Gladiador no quiere ser gladiador

GLADIADOR NO QUIERE SER GLADIATOR

(Este relato es uno de los contenidos en el libro MATECUENTOS-CUENTAMATES 3 de Joaquín Collantes y Antonio Pérez (responsables de esta sección de divulgamat) Ed. NIVOLA 2006)

Hace casi dos mil años, en el comienzo de la era cristiana, el Imperio Romano se extendía por todo el mundo conocido en aquella época. Desde Britania, Hispania, Lusitania y Galia (las actuales Inglaterra, España, Portugal y Francia) por el oeste hasta todos los pueblos limítrofes con el mar Mediterráneo por el este; y desde Germania y los pueblos bárbaros por el norte hasta Egipto y el norte de África por el sur. El poderoso Imperio Romano cuya capital era Roma, era el centro del mundo civilizado. En sus conquistas los romanos hacían prisioneros a los más fuertes con objeto de convertirlos en gladiadores. Como aún faltaba mucho tiempo para que se inventara el cine y la televisión, los romanos se entretenían yendo al circo y al estadio. Aunque el circo romano se llamaba circo no tenía payasos ni trapecistas ni domadores de fieras, es decir, no era como los circos actuales. En el circo romano luchaban entre sí los gladiadores y también se enfrentaban a feroces fieras que traían desde África. Y el estadio no era para jugar al fútbol (aún no lo habían inventado los británicos) sino para hacer carreras de caballos y de carros.

Los gladiadores vivían y se entrenaban en un edificio anexo al circo. Y entre todos los gladiadores el más fuerte, el más valiente y noble era un hispano que se llamaba Ursus García pero al que todos llamaban Gladiator, por la influencia que ya por aquel entonces tenía la lengua de Britania.

-Que no me llamo Gladiator, caramba, que me llamo Ursus o como mucho Gladiador, que en Hispania se dice Gladiador. Que os lo he dicho mil veces –protestaba Ursus en latín, que era la lengua del Imperio. Pero sus compañeros ni caso, y seguían llamándole Gladiator: Oye, Gladiator, ¿con qué le sacas brillo a tu espada?. Oye, Gladiator, ¿de qué región de Hispania eres? Oye, Gladiator, que...

-¡¡Que no me llamo Gladiator!! –gritaba furioso Ursus el Gladiador. Y entonces, por miedo, todos se callaban, porque era muy bueno pero tenía un pronto terrible.

Aquel sábado, en sesión de tarde, había espectáculo en el Circo Máximo de Roma. En el palco ya estaban sentados el emperador Nerón y sus familiares, senadores y generales de su ejército, mientras el pueblo empezaba a llenar las gradas. En el edificio anexo, preparados para salir a luchar, estaban los gladiadores Para entretener su espera, Ursus propuso jugar a adivinar acertijos. Un gladiador de Lusitania llamado Fadus propuso el primer acertijo: “Volaban unos patos: uno por delante y dos por detrás, uno por detrás y dos por delante, uno entre dos y tres en línea. ¿Cuántos patos volaban?”

Silbidos, abucheos: Eso es muy fácil, gritaban todos mientras contestaban a la pregunta. Entonces, un gladiador de Britania llamado Rollingstones levantó la mano y dijo:

-Oye, Gladiator, yo me sé...

-¡Que no me llamo Gladiator! Qué manía. Yo soy Gladiador, eso de Gladiator es un anglicismo o, mejor dicho, un britanicismo. A ver si queda claro de una vez.

-Vale, Gladiator, no te enfades. Es que yo quería proponer un acertijo mucho más difícil; atención: “Dos padres y dos hijos cazaron tres liebres, y les tocó una liebre a cada uno. ¿Cómo pudo ocurrir esto?”

Esta vez no hubo abucheos, y todos se pusieron a calcular el misterio de las tres liebres, hasta que Númerus Clausus, un matemático caído en desgracia ante el Cesar y condenado a luchar con las fieras, intervino para decir:

-Vaya tontería; estas historias de patos y de liebres son muy fáciles. Os propongo algo más difícil, pero tampoco tanto; escuchad atentamente, que este es un problemilla que yo le ponía a mis alumnos cuando era profesor, y lo único que se necesita para resolverlo en tener a mano unos cuantos guijarros o “calculi”, como se dice en latín. Es una vieja historia de números que contaban en Crotona unos discípulos de un sabio griego, al que llamaban Pitágoras y que tenía una pierna de oro:

Si disponemos los guijarros formando figuras geométricas, con unos determinados números podemos formar triángulos; con 3 es elemental, si a esos tres le añadimos otra fila con tres más tenemos otro triángulo formado con 6 “calculi”, si añadimos una fila de 4 tenemos otro triángulo mayor formado por 10 guijarros. Estos son los números triangulares.

Dibujo triángulos

Con 4, 9, 16, 25... podemos formar de la misma forma, cuadrados, por eso se les llama ahora y durante muchos siglos me temo, números cuadrados.

Dibujo cuadrados

Os habréis fijado que el 1 lo he puesto en las dos listas. Al fin y al cabo el 1 es el origen de todo, sin él nada existiría. Pero la cuestión es, ¿habrá otros números que estén en las dos listas, es decir, que sean triangular y cuadrado al mismo tiempo?

Encontrar el primero, sin contar el 1, no es muy complicado, en cambio el segundo... Buscarlo os puede servir para calmar los nervios de muchas tardes de circo como esta, bueno... a los que sobrevivan. Aunque bien mirado también puede servir para perderlos del todo.

Entonces, Ursus, el Gladiador que odiaba que le llamaran Gladiator, le preguntó al matemático:

-¿Y a ti porque te han condenado a luchar en el circo?, ¿no sería alguien que perdió los nervios con tus problemas?

- Casi. Yo era el profesor particular del hijo de Nerón. El niño era muy vago y algo zoquete, y no hacía nunca los deberes; y encima su padre quería que lo aprobara, así, por la cara. Había repetido tres veces 3° de ERO (Educación Romana Obligatoria), un auténtico desastre. Y como me negué a seguir dándole clase pues Nerón se vengó. Y menos mal que no me ha echado a los leones, como le gusta hacer con los cristianos. Además Nerón es peor aún que su hijo, no tiene ni idea de nada, ni de matemáticas ni de nada y míralo, ha llegado a emperador. ¡Qué cosas! Y no hace más que presumir de que es un gran matemático. En fin, aquí me tienes, a ver cómo me las arreglo, que es la primera vez que participo en un combate.

Ursus se imaginó que se las arreglaría fatal y decidió que le ayudaría. Y allí estaban todos mirando la multiplicación y pensando cómo reemplazarían las letras por números, cuando llegó el presentador del espectáculo diciendo:

-Vamos, preparaos, que el Cesar quiere que comience el espectáculo cuanto antes, que ya está el circo lleno.

-¡Pues que se espere! Que estamos resolviendo un problema muy interesante –dijo Sindicatus, el representante de UGG (Unión General de Gladiadores, el sindicato mayoritario entre los gladiadores), que, además, añadió: -Según el último convenio colectivo, aún tenemos tiempo para comer el bocadillo antes de salir a luchar. O sea que, menos prisa que nos da risa.

Un gladiador de la Galia llamado Parisinus, que había sido el peor luchador a espada en el circo de la ciudad de Nimes pero el mejor de su clase en matemáticas, resolvió el problema. Entonces, muy contentos al comprobar que el problema era mucho más fácil de lo que parecía, los gladiadores se comieron sus bocadillos acompañados de un buen vaso de vino de una región de Hispania que se llamaba La Rioja. Entonces es cuando Parisinus propuso otro problema, pero está vez para ver si el matemático Numerus Clausus era capaz de resolverlo. Todos estuvieron de acuerdo, incluso haciendo apuestas a favor y en contra del matemático mientras Parisinus exponía el enunciado del problema: “Del conjunto de los números naturales se suprimieron cuadrados perfectos y cubos perfectos. ¿Qué número de los que quedaron ocupa el lugar 2001?”

Se quedaron paralizados. Todos. El problema, por lo menos a simple vista, parecía dificilísimo. Silencio. Todas las miradas se volvieron hacia Numerus Clausus que, muy tranquilo, empezó a hacer operaciones sobre la arena del suelo utilizando como punzón la punta de su espada. Borraba, añadía, sumaba y restaba, hasta que al final escribió una cifra que, según él, era el número que se buscaba. De nuevo el silencio. Ahora todas las miradas se volvieron hacia Parisinus, que dudaba. Otra vez todas la miradas hacia el matemático para comprobar que estaba muy tranquilo. Otra vez las miradas hacia Parisinus. Otra vez hacia Numerus Clausus. Otra vez hacia Parisinus. Los gladiadores parecían los asistentes a un partido de tenis, con la diferencia de que el tenis aún no se había inventado. Así que, después de unos momentos de silencio para darle más emoción, Parisinus dijo que sí, que la solución era la correcta. Alegría y aplausos. Y los gladiadores muy contentos al ver que no todo era fuerza y músculos entre ellos, que también había gladiadores con una buena dosis de inteligencia.

Terminado el almuerzo se prepararon para salir a la arena. Se pusieron sus brazaletes de cobre y sus cascos de hierro, cogieron sus escudos y se armaron con espadas cortas y largas, puñales, mazas y afiladas lanzas, y formando una ordenada fila salieron a la arena. Un rugido de alegría los recibió, acompañado de los aplausos de los 20.000 espectadores que abarrotaban el Circo Máximo. Los gladiadores, con Ursus a la cabeza, llegaron ante el palco principal que presidía el emperador. Entonces, Ursus, levantando su espada gritó:

-¡Ave Nerón! Los que van a morir te saludan.

-Ave, Gladiator –saludó Nerón, levantando la mano.

Ursus el Gladiador decidió no protestar y se resignó a que todos le llamaran Gladiator, como el protagonista de una película que se estrenaría unos dos mil años después, una vez que se inventara el cine. Y cuando el público iba a empezar a aplaudir, se escuchó la voz de Sindicatus, el representante sindical, que adelantándose hasta primera fila gritaba dirigiéndose a Nerón:

-¡De eso nada! Aquí no va a morir nadie. Según el último convenio firmado por el emperador, que da la casualidad que es usted, la lucha no es a muerte. ¡Aquí no se mata a nadie! ¿O es que no se acordaba?

-Sí, claro... es verdad –contestó Nerón, disimulando- vosotros podéis pelear pero sin mataros, incluso sin haceros daño, pero... ¿qué hacemos con los cristianos que iba a echar a los leones, como final apoteósico del espectáculo?.

-Pues, no sé... puede echarlos a los leones, pero teniendo cuidado de que las fieras estén atadas para que no se los coman. Así se llevarán un buen susto, que los cristianos son unos pesados, que se han pasado toda la noche rezando en voz alta y cantando y no nos han dejado dormir.

-También podemos cambiar la lucha por una buena carrera de caballos –propuso Ursus, que también era un buen jinete.

-Sí, estaría muy bien, pero... es un lío. Imagínate cambiar ahora de sitio y tener que irnos todos hasta el estadio –dijo Nerón.

-Se me ocurre una idea –anunció Numerus Clausus- Recuerdo un problema que trata de dos jinetes que corren una carrera a caballo. Podemos proponerlo a ver quién sabe resolverlo, así el público participaría y estaría bien entretenido. Y para darle más emoción, al que lo resolviera podríamos darle un premio, por ejemplo, veinte o treinta denarios de oro.

-¿Qué quieres decir con eso de “podríamos darle un buen premio”? ¿Qué tengo que dárselo yo? –preguntó Nerón, un poco nervioso.

-Pues claro, se supone que usted es el emperador y el que tiene dinero de sobra. No se lo voy a dar yo, que soy un pobre profesor de matemáticas reconvertido en gladiador.

Todos los espectadores, para demostrar que estaban de acuerdo con la propuesta de Numerus Clausus, empezaron a aplaudir entusiasmados ante la posibilidad de ganar el premio. Y Nerón no tuvo más remedio que aceptar el trato, que lo importante era tener contento al pueblo. Así que hizo una señal de aprobación al matemático, que gritó el enunciado del problema para que lo oyeran bien los 20.000 espectadores que llenaban el circo: “Dos jinetes a caballo recorren a velocidades constantes el camino entre A y B. Los dos salen al mismo tiempo. Uno sale de A, llega a B y de inmediato regresa a A. El otro, sale de B, llega a A y de inmediato regresa a B. Durante el viaje, se cruzan dos veces: la primera a 9 km de A, y una hora más tarde se cruzan por segunda vez a 7 km de B. ¿Cuáles eran las velocidades de cada uno de los jinetes?”

El público, con sus pergaminos, sus cálamos y sus frasquitos de tinta preparados, atacó el problema con la ilusión de ganar el premio. En el palco principal, en el resto de los palcos, en las gradas y en las primeras filas todos hacían sus operaciones para tratar de averiguar a qué velocidad corría cada uno de los dos jinetes. Y hasta en la arena, los gladiadores hacían sus cálculos escribiendo en el suelo... hasta que a Numerus Clausus se le ocurrió una idea. Como él sabía el resultado del problema y sabía también que a Nerón le gustaba presumir de ser buen matemático cuando en realidad no sabía ni sumar, subió hasta el palco y le hizo una propuesta a Nerón, diciéndole al oído:

-Le propongo un trato: yo le digo el resultado del problema, usted queda estupendamente delante de todos y además se ahorra los denarios del premio. Y a cambio deja libres a todos los gladiadores.

-¿Y tú?

-A mí me da la libertad y me hace director de un IESR (Instituto de Enseñanza Secundaria Romana) o... pensándolo bien, mejor me nombra Senador de Educación vitalicio con un sueldo de...

-Está bien, está bien, no sigas. De acuerdo. Dime la solución.

Y el matemático le dijo las velocidades a las que cabalgaban los dos jinetes. Nerón dio dos sonoras palmadas y, muy contento, dijo que ya había resuelto el problema... y dio la solución. El silencio se hizo en el circo... hasta que todos reaccionaron con una gran ovación, mientras en el palco los familiares, los senadores y los generales hacían la pelota a Nerón comentaban entre ellos: Qué listo es el emperador, qué listo es el tío...

Gracias a las matemáticas los gladiadores recuperaron la libertad. Fadus volvió a Lusitania e inventó un canto popular, triste y melancólico, que pasaría a la Historia con su nombre. A Sindicatus le nombraron Senador de Trabajo. Parisinus volvió a la Galia y proyectó en su ciudad una torre de hierro muy alta que no se construiría hasta 1.900 años después. Rollingstones volvió a la brumosa Britania y formó un cuarteto de música que llegaría a ser famosísimo. Numerus Clausus llegó a ser Senador Imperial de Educación. Y Ursus el Gladiador volvió a Hispania donde vivió contento y feliz ya que nadie volvió a llamarle Gladiator. Todos le llamaban Ursus, el ex-Gladiador.

Ah, se me olvidaba: a Nerón un mal día se le cruzaron los cables y quemó Roma... pero esa es otra historia.

FIN


Autor: Joaquín Collantes
Asesor matemático: Antonio Pérez Sanz

 
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