- Texto: Fui a una escuela de matemática, donde el profesor instruía a sus
discípulos siguiendo un método difícilmente imaginable entre nosotros
en Europa. La proposición y la demostración parecían escritas
claramente en una oblea fina con tinta hecha de un colorante cefálico.
Esto tenía que tragárselo el estudiante con el estómago en ayunas y no
comer nada sino pan y agua durante los tres días que seguían. Al
digerir la oblea, el colorante se le subía al cerebro llevándose la
proposición al mismo tiempo. Pero hasta ahora el resultado ha
defraudado, ya por algún error de dosis o de composición, ya por la
picardía de los mozalbetes, a quienes da tanto asco esa píldora que por
lo general se escabullen subrepticiamente y la expulsan por arriba
antes de que pueda hacer efecto; y tampoco se les ha persuadido todavía
para que guarden una abstinencia tan larga como exige la receta.
- Fuente: Las matematicas de la Literatura, Marta Macho (Un Paseo por la Geometría, UPV, 2007)
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