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Las Matemáticas en el Cine
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  • Autor:   Alfonso Jesús Población Sáez

  • Texto: Extracto de la reseña de Una mente Maravillosa (A Beautiful Mind, Ron Howard, EE. UU., 2001), páginas 270 a 273.

    Ron Howard ha puesto en escena un producto correcto, impecablemente realizado, pero muy convencional (justo lo que no ha sido la vida de John Nash). El realizador se justifica explicando que su objetivo básico era transmitir la idea de que el ser humano puede sobreponerse ante la enfermedad, por terrible que sea. La lluvia de críticas no se hizo esperar, entre ellas las de Sylvia Nasar, la periodista del New York Times especializada en economía y autora de la biografía del matemático en la que está basado el guión de la película (Una mente prodigiosa, Editorial Grijalbo Mondadori): "Se trata de una dramatización tremendamente simplificada, no una reconstrucción de los hechos verídicos". El director, consciente de que la vida de Nash no ha sido precisamente ejemplar, ha replicado tajantemente: "Una mente maravillosa no es un documental, y yo no soy un periodista".

    Lo cierto es que se han evitado las relaciones extramatrimoniales con hijo ilegítimo incluido, (lo que lleva a cualquier pareja a una situación difícil, muy alejada de la idílica comprensión de la Alicia de la película), la tortuosa bisexualidad del protagonista real con arresto por exhibicionismo público, la poca delicadeza de Nash con sus compañeros menos dotados intelectualmente, el intento de renunciar a la ciudadanía norteamericana, etc. En definitiva, se nos propone una fábula romántica, bastante artificiosa y efectista, que trata de forzar la lágrima fácil (ni siquiera eso consigue), quedando meridianamente claro que el público, la taquilla, y si hubiera suerte, los premios, son sus objetivos, actitud de sobra conocida en la trayectoria profesional de este director.

    En la propaganda de la película se cita insistentemente que el realizador recibió el asesoramiento de Dave Bayer, un especialista en Geometría del Barnard College de Nueva York, para dotar de credibilidad a las escenas de matemáticas. Lo cierto es que la película no se molesta en explicar nada, simplemente muestra vistosos símbolos matemáticos en pizarras y cristales (de una expresión aislada no se pueden extraer conclusiones pero parecen extrañas las desigualdades , tanto si se está hablando de la famosa constante como si se trata de un conjunto designado con esa letra, que aparece en el cristal del apartamento de Nash), exceptuando el ejemplo práctico en el que a Nash se le ocurre la "idea feliz" (otra vez la idea feliz que surge en el lugar más inesperado como regalo de las musas) de teoría de juegos (el momento en el que explica a sus compañeros la estrategia para quedarse con la rubia del bar). Además es la única escena en la que el protagonista da muestras de cierta genialidad, de la que se nos habla desde el principio, pero que nunca se justifica.

    Más destacable es la recreación del ambiente estudiantil en los alumnos de postgrado en feroz competencia por lograr los mejores resultados, y por tanto, la mejor colocación. La película arranca con la arenga de bienvenida de un profesor de Princeton a sus alumnos: "Los matemáticos ganaron la Guerra. Los matemáticos descifraron los códigos japoneses y crearon la bomba atómica. Matemáticos como ustedes. […]. Para triunfar necesitamos resultados, resultados publicables y aplicables. ¿Cuál de ustedes será el nuevo Morse? ¿el nuevo Einstein? ¿Cuál de ustedes formará la vanguardia de la democracia, la libertad y el descubrimiento? Hoy dejamos el futuro de América en sus hábiles manos. Bienvenidos a Princeton, caballeros". El discurso refleja la euforia post-bélica tras ganar la Guerra. Luego siguen los comentarios entre los alumnos: miran con recelo a Nash que ha ganado el prestigioso premio Carnegie, y todos tienen en mente entrar en el laboratorio Wheeler, institución puntera en la decodificación militar en el MIT. (Ver referencia a esta institución en El indomable Will Hunting).

    Entre estos chicos se encuentra Martin Hansen, un brillante alumno que no duda en manifestar ante todos su supremacía intelectual a cada instante ridiculizándolos siempre que es posible. (¡Sigue habiendo tipos así en las Facultades!). A Nash lo pone en evidencia en un par de ocasiones: confundiéndolo adrede con un camarero, ganándolo en una partida de Go (ver referencia a este juego en Pi, fe en el Caos), y mofándose de su obsesión por encontrar una idea genial e innovadora que lo único que logra es hacerle perder el tiempo. Nash lo replica cuando puede: "Me imagino que estarás acostumbrado a los errores. He leído tus proyectos. Ambos. Aquel acerca de las claves nazis y el otro de las ecuaciones no lineales, y la verdad estoy convencido de que en ninguno hay una sola idea innovadora.". En la película Nash sólo ataca después de haber sido provocado, lo cual parece demasiado amable, puesto que su carácter real en este aspecto coincidiría más con el de Hansen.

    La primera mitad de la película es la que presenta la mayor parte de las referencias matemáticas. Además de lo comentado, resulta llamativa (léase efectista) la primera clase de Nash en el MIT: Entra en el aula en actitud chulesca y sonriéndose socarronamente suelta entre dientes "¡las jóvenes mentes del mañana!". Un alumno le pide dejar una ventana abierta porque hace mucho calor en el aula, pero hay unos obreros con una taladradora que hacen mucho ruido. Respuesta de Nash: "Su confort importa menos que la capacidad de oír mi voz". Después hojea el libro de texto que trae (Calculus in several variables), lo tira a la papelera y comenta despectivamente sin mirar a los alumnos y escribiendo a la vez en el encerado, "Personalmente pienso que esta clase será una pérdida de su, y lo que es infinitamente peor, de mi tiempo. No obstante estamos aquí, así que pueden asistir o no, y acabar sus deberes a su antojo. Hemos empezado". (¡También hay profesores así aún, y no sólo de matemáticas!). En ese momento (más efectismo), se levanta Alicia en medio de la clase y desafiante, abre la ventana y convence a los obreros para que dejen su trabajo mientras haya clases (situación inverosímil, al menos en nuestro país). Sin realizar ningún comentario, Nash prosigue su clase (un profesor como el que se ha presentado previamente, diría en buena lógica, "¡Señorita, salga de clase! ¡No quiero volver a verla hasta el día del examen!", pero claro, Alicia está muy buena, y los responsables de la película tampoco quieren pasarse mucho con el carácter del idealizado protagonista). Nash ha escrito en la pizarra:



    Después comenta: "Como descubrirán en el cálculo multivariable, a menudo hay varias soluciones para un mismo problema. Como les decía aquí hay un problema que algunos de ustedes tardarán meses en resolverlo; otros en cambio necesitarán el resto de su vida". Más adelante Alicia va a visitarlo a su despacho con la solución al problema. Sin apenas mirarlo, la responde: "Nunca dije que (las componentes de los vectores) fueran funciones racionales. Su solución es elegante aunque en esta ocasión es incorrecta". Desde luego no se puede afirmar que el sujeto sea muy didáctico. Claro que siendo estudiante ya dejaba claro lo que piensa de las clases: "las clases embotan la mente, destruyen el potencial de la creatividad". Esta frase me trae a la mente los cientos de autodidactas que creen haber descubierto un periodo finito en los decimales de "pi", o de haber hallado la cuadratura del círculo.

    Respecto a las tres líneas escritas en la pizarra, en efecto se trata de un problema matemático de cierto nivel relacionado con una cuestión de física clásica: establecer cuando un campo estático (función vectorial designada por F) es conservativo (es decir, cuando existe una función g, llamada función potencial, cuyo gradiente sea F). Esta F se define en el espacio menos un cierto conjunto de puntos (R3~X). Dependiendo de las condiciones dadas sobre F y de la estructura geométrica de X, la dimensión del espacio cociente varía. Se trata de establecer dichos valores según qué condiciones.

    En otros momentos se citan otros objetos y resultados matemáticos como la función zeta de Riemann, el triángulo de Sierpinski que ayuda a Nash en la decodificación de códigos, la demostración de Allen a la conjetura de Peyrot (resultado del que no he podido encontrar ninguna referencia al respecto), etc., pero siempre de forma aislada. En las escenas de pizarra y cristales aparecen expresiones relacionadas con la hipótesis de Riemann y de cohomología de De Rham. La mano del asesor Dave Bayer fue la que dobló a la del actor Russell Crowe en las escenas en las que escribe matemáticas. También fue Bayer el que jugaba la partida de Go en el parque. El verdadero Nash apareció varias veces durante el rodaje y Crowe incorporó a su caracterización detalles que observó, como un gorro rojo de punto.

    De lo que no nos libramos con esta película es del arquetipo de que los matemáticos estamos un tanto "pasados de rosca", de que las personas con desordenes mentales tienen facilidad para las matemáticas, ni de que "las matemáticas son realmente aburridas" (frase del Charles Herman, el compañero de cuarto de John).

    En cuanto al tratamiento de la película sobre la esquizofrenia, la mayor parte de los artículos de especialistas coinciden en indicar que está muy bien tratado: las alucinaciones, la tendencia al aislamiento, la dificultad en la relación social, la falta de respuesta emocional, los antiguos tratamientos de choque, los efectos de los antipsicóticos (disfunciones sexuales o disquinesia (trastornos del movimiento, sacudidas, contracciones musculares) tardía), las autolesiones, el suicidio, etc. También se incide en que las causas de su aparición no tienen porque provenir de la infancia, ni desarrollarse rápidamente, y que la comprensión social y una medicación adecuada junto a las técnicas de reasignación cognitiva (Nash acaba enfrentándose a sus alucinaciones a partir de su aceptación como seres reales) son la mejor terapia. El pero puede ponerse a que quizá se dan demasiadas esperanzas en la recuperación de estos enfermos, cuando cada caso es único e intransferible (¿qué película de Ron Howard no tiene un final feliz?).

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