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Academia militar de matemáticas
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La Vanguardia, 23 de Junio de 2002
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EL ÁLBUM
LLUÍS PERMANYER La plaza de la Acadèmia puede asemejar un rincón subsidiario de la plaza de Sant Agustí Vell; y si inquirimos por el origen de tal nombre, pocos sabrán darnos razón. Hay una pista visual, pero la verdad es que es tan mínima y tan deslucida, que pasa inadvertida. Me refiero a una puerta de factura neoclásica que, desangelada, aparece encajada en una fachada.

Este portal es el testigo que nos ha llegado de una institución de relevancia singular: la Real Academia Militar de Matemáticas.

Jorge Próspero de Verboom, que había propuesto a Felipe V la creación de un cuerpo de ingenieros militares, consiguió que en 1710 se hiciera realidad. Fruto de la citada exigencia y sobre todo a causa de la necesidad de preparar a fondo a los futuros profesionales, en 1720 se creó en Barcelona la citada Academia de Matemáticas, que fue así la primera de España. Alexandre de Rez también intervino decisivamente en la fundación, aunque uno de los principales impulsores fue Pedro de Lucuce. Al fin la sede asignada fue el convento de Sant Agustí Vell, muy dañado durante el asedio borbónico de 1714 y cuyo recinto había sido ya recortado a causa del tendido de los glacis de la Ciutadella; pese a algún que otro intento para reconstruirlo, la comunidad agustina decidió abandonarlo. En su posterior rehabilitación intervinieron precisamente algunos de aquellos ingenieros, como Pedro Martín Zermeño, conocido como Cermeño.

Los que comenzaron a dirigir aquella nave científica y técnica eran gentes bien conectadas con los centros europeos más avanzados en aquel saber e incorporaron además las últimas tendencias estilísticas, ya fueran en la línea del barroco o del neoclásico.

Los ingenieros militares, una vez terminados sus estudios en Barcelona, desplegaban básicamente su trabajo como artilleros, arquitectos militares y cartógrafos en España, América y Filipinas; para ello habían de dominar el saber matemático, que les impartían en la academia los mejores maestros.

Se preveía que, entre el alumnado militar, cada promoción aceptara la incorporación de cinco civiles; aquel hecho iba a ser trascendente, pues importa recordar que una de las represalias impuestas por Felipe V había sido la pérdida, en beneficio de Cervera, de la enseñanza universitaria. De ahí que la academia pasara a colmar, en parte, un vacío que benefició a cuantos en aquellos años anhelaban la formación de arquitecto. Importa precisar, con todo, que la primera cátedra de matemática civil había sido establecida en el Collegi de Cordelles.

No se conoce en toda su dimensión merecida la labor urbanística desplegada en Barcelona por los capitanes generales durante no pocos decenios; debido a tal responsabilidad se comprende la trascendencia de los proyectos ejecutados por los ingenieros militares, como los hermanos Martín Cermeño y una legión anónima, pues orillaban el culto a la personalidad. La Barceloneta y la iglesia de Sant Miquel de Port, traída de aguas, la realineación de la Rambla, la transformación de cementerios parroquiales en plazas, el paseo de Gràcia, ampliaciones del puerto, la calle Nou de la Rambla, el paseo de la Esplanada, etcétera, son algunos ejemplos de una labor continuada e impecable.

Ante la próxima celebración del 250 aniversario de la construcción del castillo de Figueres, que debe de ser el más importante de Europa en su estilo, se prepara una exposición que evocará también aquella Academia de Matemáticas que lo hizo posible. Así las cosas, sería justo que, a renglón seguido, fuera consagrada otra al urbanismo de los capitanes generales en Barcelona.

 

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