DivulgaMAT
Inicio - DivulgaMAT Facebook - DivulgaMAT Twitter - DivulgaMAT

La discusión del milenio
PDF Imprimir Correo electrónico
El Correo, 29 de diciembre de 2000

IÑIGO GURRUCHAGA La discusión del milenio

Aún se debate en nuestros días, como sucedió en numerosas ocasiones en siglos precedentes, si el calendario cristiano debe basarse en su propia historia para medir el tiempo o en la moderna aritmética de los ceros

El nuevo milenio cristiano comenzará a las cero horas GMT (Greenwich Meridian Time u Hora del Meridiano de Greenwich) del 1 de enero de 2001. Esto es oficial. Porque, desde 1884, existe una hora universal, que tiene como referencia una línea trazada en el Viejo Observatorio Real de Greenwich, en el sudeste de Londres, y, porque, desde el año 523, las cuentas de cada año llevan a esa inevitable conclusión.

Pero no todo el mundo está dispuesto a aceptar lo evidente. El debate sobre si las grandes celebraciones del Milenio, en la llegada del año 2000, fueron oportunistas, equivocadas o propias de la mera fascinación por los tres ceros ha seguido su curso, a veces con el espíritu acalorado que se apoderó de la corte de Luis XIV, según el relato ofrecido en las cartas de la princesa Palatine, cuñada del rey.

Según la princesa, el doctor Fagon y el abate de Vanbrun, cardenal d,Estrées, no dieron nunca su brazo a torcer, a pesar de que la opinión nada menos que del rey, del delfín y del príncipe Conti les decían que el siglo XVIII comenzaba el primer día de enero del año 1701. La polémica reapareció un siglo más tarde, poniendo a prueba la paciencia de los más flemáticos.

En un editorial rebosante de indignado sentido común, el diario inglés ,The Times, del 26 de diciembre de 1799, argumentaba su negativa a fomentar, nunca mejor dicho, la pérdida de tiempo: «Hemos rechazado todas las cartas y declinado todo debate sobre la cuestión de cuándo termina el presente siglo, ya que es una de las más absurdas que pueden ocupar la atención pública», decía ,The Times,.

«El presente siglo -continuaba- no terminará hasta el 1 de enero de 1801. Es una discusión tonta, infantil, y sólo muestra las carencias de la mente de aquellos que mantienen una posición contraria a la que declaramos». Los lectores de este diario no se dejan intimidar fácilmente por las pontificaciones de ,The Times, de hace un siglo y, en este año, se han recibido algunas cartas insistentes.

Bonifacio y la aritmética
Las acusaciones eran, como debe ser, de la más extrema gravedad: «Son ustedes unos matemáticos de la cuenta de la vieja», escribía un lector. «Unos recalcitrantes tozudos». Y exigía: «Contéstense a esto: ¿Cuántos años hay entre el uno antes de Cristo y el uno después de Cristo? Y, una vez que se lo hayan contestado, empiecen a contar mil años desde la raya que separa el -1 y el +1».

La respuesta es: ninguno. Y no es cuestión de tozudez. Ha llegado el momento de reivindicar la historia frente a la aritmética bachiller y ponderar los problemas que el canciller papal Bonifacio tenía para fijar las fechas de la Pascua por los desfases del calendario anual, solar, ante un acontecimiento lunar (el Domingo de Resurrección es el primero tras la primera luna llena después del equinoccio vernal).

Era el año 523 y uno de los hombres más sabios del momento era Dionisius Exiguus, Dioni El Chico para sus amigos, natural de Escitia, en lo que hoy es el sudoeste de Rusia. Dionisio se puso a la tarea de recopilar las tablas de Pascua y, al emprender su trabajo, le pareció también conveniente acabar con la costumbre de contar los años desde la fecha de inicio del trono de Diocleciano, que fue perseguidor de cristianos. Decidió crear una nueva contabilidad anual, desde la fecha de nacimiento de Jesucristo. Mediante una lectura parcial y equivocada de los Evangelios o por el oportunismo de hacer que el primer año de sus tablas coincidiera con el ciclo en el que las fechas de Pascua se repetían según el calendario Juliano, Dionisio fijó, erradamente, el nacimiento de Cristo en el 25 de diciembre del 753 AUC.

Lo del 25 de diciembre fue aleatorio porque no hay evidencia suficiente para confirmar esa u otra fecha. Lo de 753 Ab Urbe Condita es remontarse en la historia para fijar, más o menos, el año cero de la fundación de Roma. Y, con esa referencia de medición, inspiró un cambio de contabilidad, que convirtió al 248 Año Diocleciano en el 532 Año de Nuestro Señor Jesucristo.

Diez días de más
El cambio del calendario juliano al calendario gregoriano, en 1572, añadió diez días para corregir el desfase acumulado con el año tropical, pero no alteró la contabilidad de los años. El primer milenio comenzó el 1 de enero del año 754 desde la fundación de Roma. Y, en la Roma del 754 AUC o en la de Dionisio del siglo VI, no había ceros. El primer milenio cristiano comenzó, retrospectivamente, el 1 de enero del año I.
El cero es, según Robert Kaplan, autor de una historia reciente sobre ese número tan singular (,The Nothing That Is,, La Nada que existe), un invento sumerio de hace 5.000 años, crecido como una marca separadora para cambiar la magnitud representada por los números en función de su colocación. Viajó a Grecia, se sumergió en la oscuridad, reapareció en el mundo árabe, que lo llevó a la Europa medieval.

Para entonces, Dionisio El Exiguo ya había dado a los cristianos un calendario que empezaba con el uno. En 1884, una ,Conferencia Internacional para el Propósito de Fijar un Meridiano Principal y un Día Universal, celebrada en Washington, fijó el meridiano principal en Greenwich. Es decir, que el nuevo milenio cristiano comienza a las cero horas GMT del 1 de enero de 2001. Y lo demás son ganas de discutir.

 

© Real Sociedad Matemática Española. Aviso legal. Desarrollo web