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Malestar en las ciencias (y los científicos)
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El Correo, 8 de enero de 2002

CARME ALCOVERRO Malestar en las ciencias (y los científicos)

A los niños desde muy pequeños les interesa el conocimiento de los fenómenos naturales, les interesan las ciencias, y más si se les motiva suficientemente. Sin embargo, se ha comprobado que este interés empieza a decaer hacia los diez u once años y a menudo desaparece totalmente hacia los dieciséis. Los expertos consideran que, en parte, esto tiene que ver con la manera como se enseñan: con procedimientos rutinarios y abstrusos que alejan a muchos alumnos de las ciencias experimentales y, sobre todo, de las matemáticas.

Pienso que el profesorado debería acercar a los alumnos a la ciencia a partir de la intuición, abandonando, digámoslo de paso, aquel carácter arrogante o indiferente tan propio de algunos profesores. El profesorado ha de partir de cuestiones cotidianas que no han de ser necesariamente complicadas, empezar por pequeñas fórmulas para llegar a las grandes leyes, partir de las experiencias y las ideas que tienen los críos sobre el mundo para estimular la discusión y la teorización. En este contexto la evaluación debería tener en cuenta la capacidad de los alumnos de verbalizar, analizar y sintetizar, así como la capacidad para seleccionar contenidos que respondan a cuestiones concretas. O sea, se deberían aplicar aquellos proce- dimientos que permiten articular una manera de pensar que sirva dentro y fuera de la escuela. El arte de enseñar es empezar por lo particular, con ejemplos que se entiendan, dice el prestigioso profesor de Educación de la Ciencia Paul Black cuando trata de la necesidad de la renovación de la enseñanza de las ciencias.

Esta es una demanda generalizada. En Francia los estudiantes de economía se manifestaban, hace unos meses, en contra del tipo de enseñanza de las matemáticas que se impartía en sus facultades porque no tiene ninguna relación con la realidad. Por otro lado, no hace mucho, en nuestro país, algunos profesores universitarios se quejaban de la desastrosa formación de muchos alumnos que accedían a la Universidad. En muchas de nuestras aulas los conceptos matemáticos y parte de los químicos, físicos y biológicos continúan explicándose, como decíamos más arriba, desligados del auténtico proceso del conocimiento. Los profesores asímismo deberían abandonar aquella actitud exclusiva de transmisores de conocimiento, para ayudar a los alumnos a seleccionar los contenidos más relevantes, para ayudar a asimilarlos, relacionarlos y llevarlos a la práctica. Y la Administración educativa debería poner todos los medios necesarios para poder llevar a cabo lo que se expone mediante una enseñanza individualizada, reforzada con el trabajo en grupo. Lejos todo ello, desgraciadamente, de las reformas emprendidas por la ministra Pilar del Castillo, que conllevan un retorno a una enseñanza anticuada, llena de conceptos imposibles de alcanzar, uniformizadora, y que manifiesta una clara desconfianza hacia el profesorado. Tan lejos, dicho sea de paso, de la insensibilidad que ha demostrado el Ministerio de Ciencia y Tecnología al obligar estos días pasados al investigador valenciano Bernat Soria a irse del país porque le ha prohibido trabajar con células embrionarias.

 

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