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Desengaño de Torres
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El Correo, 5 de agosto de 2003

MIGUEL ESCUDERO Desengaño de Torres

La frase ,Torres más altas cayeron, apunta que lo improbable tiene antecedentes y que por eso es posible. Hay caídas que marcan época. Así, se ha dicho que el siglo XXI comenzó el 11 de septiembre de 2001 con el derribo de las Torres Gemelas. La Revolución francesa de 1789 dio paso a la edad contemporánea y fue, curiosamente, predicha medio siglo antes en un almanaque; lo que se anunciaba, más bien, era el eclipse total de la monarquía gala.

En efecto, la cantilena rezaba de este modo: «Cuando los mil contarás/ con los 300 doblados/ y 50 duplicados/ con los 9 dieces más,/ entonces, tú lo verás,/ mísera Francia, te espera/ tu calamidad postrera/ con tu Rey y tu Delfín,/ y tendrá entonces su fin/ tu mayor gloria primera». El autor fue el español Diego de Torres Villarroel, nacido en 1694 y muerto en 1770; no pudo, pues, ver cumplido su pronóstico. Torres Villarroel fue un hombre muy interesante y nos valdría la pena saber de él.

El hispanista Alborg lo considera un formidable escritor -«el más poderoso y original, probablemente, que produjo el siglo XVIII»- y un tipo humano de primera magnitud. Torres fue un profesional de la literatura, acaso, señala Alborg, el primer escritor español que logró vivir con desahogo, y hasta con lujo, del solo producto de su pluma. Consiguió inmensa popularidad con sus ,Almanaques y pronósticos,, una especie de juerga literaria anual. Almanaque es una voz hispanoárabe que viene a significar una parada en el camino. Esta clase de escritos eran muy celebrados en Europa y uno de sus más legendarios e influyentes autores fue el italiano Piscator; cuyo nombre designaría después una especie de almanaques con pronósticos de meteorología. Nuestro extravagante escritor adoptó el pseudónimo de ,Gran Piscator salmantino,, y sus intereses llegaron a abarcar los eclipses de sol y luna, los modos de conservar y curar las abejas o un tratado de los terremotos y de sus diferencias. Torres no creía que sus almanaques fueran inutilidades y burlas para emborrachar al vulgo y se defendía contraatacando a los «muchos majaderos, ignorantes de las lícitas y prudentes conjeturas de estos prácticos y prodigiosos artificios y observaciones de la filosofía, astrología y medicina». No obstante, podía manifestarse espantado de la sencillez y credulidad de las gentes y -confesor de sus mentiras- sincerarse diciendo que no deseaba ser apreciado, sino que le comprasen.

En 1743, un año antes de ser ordenado sacerdote, comenzó a publicar su libro que más ha perdurado, su autobiografía ,Vida,. Unos diez años después se editaron, por suscripción popular encabezada por el rey, sus obras completas. Por cierto que en la lista de suscriptores faltó sonoramente la Universidad de Salamanca. Torres había obtenido la cátedra de matemáticas de esta universidad siendo el favorito de los estudiantes, los cuales celebraron ruidosamente su nombramiento durante días. Torres se ganó prestigio por su frescura y por su franqueza frente al ,establishment, universitario, una falsa denuncia lo tuvo seis meses en la cárcel y a su salida se le nombró, en desagravio, vicerrector de la universidad. Cabe decir que su cátedra había estado vacía durante siglo y medio; consignemos, a propósito, que el célebre Trinity College inglés no tuvo cátedra de matemáticas hasta 1663, cuando Henry Lucas, un bendito parlamentario aficionado a esos estudios, donó fondos para ello (el primer profesor ,lucasiano, fue Isaac Barrow, le sucedió Isaac Newton, y con los años ocupó esa plaza Stephen Hawking).

En su ,Vida, Torres da muestras de una singular humildad y alegría, rechazando toda afectación y disimulo, algo que junto a su talento literario le permite acceder a nosotros como un magnífico amigo. Veamos algunas de las cosas que dice ahí: «Tal cual vez soy bueno; pero no por eso dejo de ser malo», «mi espíritu no se altera con el aire de las alabanzas, ni con el ruido de los vituperios». Asocia el ser desengañado, en especial de los fantasmas de la soberbia, al carácter del hombre discreto y de buen juicio. A todos nos rodea la misma carne y nos arranca del mundo la muerte: «Nuestra raza no es más que una; todos nos derivamos de Adán». Alborg tenía razón, un tipo humano de primera, ,uno de los nuestros,.

 

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